La propaganda turística oficial durante la Segunda República

 Durante la Segunda República los recursos económicos destinados al Patronato Nacional del Turismo (PNT) para financiar la propaganda turística fueron claramente decrecientes.

 Por lo tanto, los responsables del PNT tuvieron que ingeniárselas para cumplir dignamente con su misión, utilizando para ello unos instrumentos propagandísticos muy similares a los empleados por su predecesor monárquico.

 El organismo presidido por Enrique Ramos continuó organizando excursiones, siendo estudiantes, profesores y periodistas sus principales destinatarios. En octubre de 1931 alrededor de 40 escolares españoles pudieron visitar Madrid y varias ciudades castellanomanchegas, extremeñas y andaluzas, y en la primavera de 1933 los invitados fueron 150 profesores y 23 periodistas de diferentes nacionalidades europeas. También se recurrió a los concursos literarios y a la edición de folletos y carteles. En opinión de su presidente, expresada en el Congreso de los Diputados en el mes de noviembre de 1932, el folleto era un instrumento caro, pero fundamental, siempre y cuando fuera de calidad, se publicara en varios idiomas y se repartiera “en todos los sitios donde podían concurrir personas que cayeran en la tentación de venir a España”. En la primera mitad de 1932 se convocaron dos concursos de cartelería, para animar a los visitantes y residentes del Marruecos francés a que realizaran el viaje por España, y para promocionar las Islas Canarias, y otros dos de corte literario, uno de 3 textos y otro de sendos artículos, destinados a la propaganda de España en la prensa nacional y extranjera.

 La relación entre el PNT y la prensa fue muy estrecha. Fue una práctica bastante común que el citado organismo pagara, bien de manera habitual o puntual, a diferentes periódicos nacionales y extranjeros para que publicaran información de carácter turístico e, incluso, artículos específicos sobre la materia. Sin embargo, con el paso del tiempo, y ante el recorte presupuestario, se tuvo que reducir la consignación a la prensa española, limitando la propaganda en la misma, según justificó Ramos en el Congreso a comienzos del mes de noviembre de 1932, a aquellas “ilustraciones que pudieran servir dentro de España para que los españoles de una zona vayan a otra”. Para su presidente, había que priorizar la publicidad en periódicos foráneos con el doble objetivo de “atraer turistas que no estaban dentro de España” y tratar de desvirtuar las “noticias falsas y exageradas que sobre España circulaban por el mundo”, sobre todo en algunos rotativos ingleses, y que contribuían a alarmar a los potenciales turistas al dar la sensación de que era conveniente “hacerse un seguro de vida” antes de viajar a nuestro país.

 Pero que el PNT dedicara dinero a financiar su presencia en la prensa no gustó a todos. El diputado Manuel Torres Campañá, republicano radical, consideraba a finales de 1932 que esa partida debería desaparecer ya que era “dinero completamente tirado al río, al mar”. A su juicio, “la hoja de papel, la prensa diaria, absolutamente jamás había dado ni un solo turista a ningún país del mundo”, y temía que los fondos entregados a la prensa pagaran trabajos que afectaban “más a los gobiernos” que regían la nación, “que a la nación misma”. Mas esta insinuación fue inmediatamente contestada por Ramos al afirmar que la propaganda en la prensa extranjera se hacía “a la luz del día”, que se centraba en tratar de “desvirtuar noticias tendenciosas” y en dar información de carácter general relativa a España, y “no de sentido partidista”, y que en modo alguno podría relacionarse con “subvenciones, fondo de reptiles, algo inconfesable o turbio”.

 No obstante, el tema más polémico en cuanto a la política propagandística oficial fue el cierre de algunas de sus oficinas de información. Algo sobre lo que el parlamentario José Ballester Gozalvo, diputado radical socialista, se quejó poco después de que se aprobara el decreto de 4 de diciembre de 1931 en el que se amenazaba con clausurar aquellas oficinas que no consiguieran financiación de los ayuntamientos y diputaciones respectivas. Para el citado diputado, pareciera que con el desmantelamiento de la red de oficinas nacionales se pretendiera dar a entender que no se quisiera “hacer nada de turismo en nuestro país”. Por otro lado, Ramos justificó la desaparición de las agencias de Nueva York, Múnich, Roma, Londres y Buenos Aires porque “costaban cantidades enormes”, se habían montado “con un lujo excesivo” y, en el caso concreto de la londinense, no “servía más que para que, indebidamente, a nombre de España, se contrajeran deudas y trampas”. Asimismo, señaló que la única razón por la que a finales de 1932 todavía seguía abierta la de París era la existencia de un arrendamiento de 20 años del local que ocupaba. Ahora bien, para tratar de paliar la sensible merma de la presencia del turismo español en el extranjero Ramos propuso la puesta en marcha de una serie de conciertos con las grandes agencias de viajes internacionales para que éstas abrieran al público unas ventanillas especiales para propaganda española en las que trabajaran funcionarios conocedores de las necesidades y la realidad de nuestro turismo.

 Tras las elecciones de 1933 no cambiaron demasiado las cosas en materia de propaganda turística. Hasta el inicio de la Guerra Civil los fondos anuales asignados a las labores de propaganda debieron rondar las 1.500.000 pesetas, es decir, un 25 % menos que en 1933 y un 48 % menos que en 1932. Consecuentemente, el PNT tuvo que optar por determinados instrumentos. Mientras la publicidad en la prensa española entró en una clara decadencia, llegando a suspenderse en 1935, se mantuvo la presencia en la extranjera. De hecho, ese mismo año comenzó una intensa campaña en periódicos ingleses y estadounidenses en la que se preveía emplear cerca de 500.000 pesetas. Por otro lado, parece que la opción de los concursos se mantuvo, convocándose en 1935 uno de dibujos en los que se exaltaran los atractivos climáticos de España en su aspecto más meridional y luminoso y que llevaran como rótulo Visit Sunny Spain. Asimismo, se prosiguió con la edición de folletos turísticos, siendo muy alabados los titulados España y Cómo se viaja en España, editados ambos en 1936, y calificado este último por el Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón como práctico en su manejo, atrayente por la profusión de grabados y de “lo más completo que pudiera haberse publicado con vistas a una excelente y exhaustiva información turística en cualquier país”.

 Pero el principal motivo de discusión continuó siendo cómo el PNT, con un presupuesto cada vez más escaso, podía realizar su misión en el extranjero. En la primavera de 1934, en el Congreso de los Diputados se cuestionó si debía cerrar las oficinas que aún tenía operativas en Tánger, Gibraltar y París, y, en caso afirmativo, cómo se haría la propaganda turística fuera de España. Para el parlamentario Juan Estelrich Artigues, diputado de la Liga Regionalista y miembro del Grupo Parlamentario Proturismo, las agencias cerradas habían funcionado “no ya mal, sino pésimamente” y por ello estaba de acuerdo en buscar una alternativa. Pero consideraba que la intención de encargar, sin gastos, la propaganda exterior a los cónsules y agentes comerciales era inviable porque dicha misión “representaba un trabajo considerable”. Ponía como prueba lo que estaba ocurriendo en el Consulado general en Nueva York. Desde la clausura de la oficina turística llegaban “millares de cartas” relacionadas con el turismo que tenían que quedar “detenidas” ante la imposibilidad de que el cónsul y sus empleados pudieran contestarlas. Miguel Vidal Guardiola, diputado de la Lliga, fue más extremo y propuso el cierre de las agencias que todavía estaban abiertas ya que el servicio que prestaban podría mejorarse y abaratarse si lo realizaban “otros organismos del Estado que estaban instalados en grandes capitales”, o bien “firmando contratos con las grandes agencias internacionales”. El parlamentario radical Teodoro Pascual Cordero también defendió los conciertos con las “grandes casas de viajes mundiales”, pero discrepó de la conveniencia de acabar con las 3 agencias que todavía subsistían. Las de Gibraltar y Tánger, porque prestaban un notable servicio y a bajo coste, encargándose del mismo tres funcionarios consulares. Por lo que respecta a la de París, consideró que no podía cerrarse porque “no podemos abandonar allí nuestra propaganda”, ya que se trataba de “uno de los grandes centros mundiales del turismo”, y porque España estaba obligada a cumplir el contrato de arrendamiento existente. Una opinión que compartieron, entre otros, el derechista José Calvo Sotelo, el progresista José Tomás Rubio Chávarri y el radical Tomás Sierra Rustarazo, señalando este último que París era el paso “obligado de todas las corrientes del turismo mundial” y, por lo tanto, a España le interesaba hacer “una propaganda grande en la capital” francesa.

 Empero el escenario no cambió. El PNT no reabrió las oficinas que había tenido que cerrar y mantuvo operativa la emblemática oficina parisina del Boulevard de la Madeleine. No cerró esta última a pesar de que José María Aladrén Perojo, al frente de la misma desde enero de 1931, se fugara en marzo de 1933 tras un desfalco, y que su sucesor, Gonzalo Sebastián, fuera detenido en agosto de 1934 acusado de fraude y contrabando. Dos graves escándalos que, lógicamente, condicionaron la imagen de una oficina que, además, vio cómo día a día fueron mermando los recursos para hacer su trabajo. El último director antes de la Guerra Civil, Haroldo Díes Terol, se quejaba amargamente a finales de 1935 de que no “tenemos material de ninguna clase, ni folletos, ni planos-guía, ni trípticos, ni carteles ni lo que se dice nada”.

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