El programa “Territorios con futuro” pone en valor espacios singulares entre Zamora y Trás-os-Montes, la frontera entre los dos países
No es tarea fácil descubrir donde comienza Portugal y acaba España, o al revés, recorriendo los lugares que bordean la raya que separa (mejor sería decir que une) a los dos países, con el Duero/Douro como referencia y protagonista. Tampoco es fácil hallar las diferencias de un espacio a otro ni hay razón que justifique ese intento porque desde ambas partes existe la voluntad de valorar lo que hay de común o olvidar lo que podría diferenciarlos.
Con esa idea general, el clúster de Hábitat Eficiente AEICE impulsa, un año más, el proyecto Dura/Douro -una cierta continuación del Duero/Douro del pasado año- y el Foro Territorios con Futuro 2023 bajo el lema "La cooperación transfronteriza y su impacto sobre el patrimonio natural y cultural" como clausura de un recorrido por varios espacios singulares en los dos países. Un viaje que ha permitido conocer y disfrutar el extenso patrimonio de ciudades como Toro o Braganza, a espacios naturales protegidos que brindan refugio a avutardas y cernícalos o la rara tortuga mediterránea y el simpático burro de Miranda. También conocer bodegas y museos relacionados con la gastronomía y el vino, festejos populares, relajantes paseos en barco, catas de vino y aceite, casas rurales con personalidad y hasta descubrir castillos y monasterios casi en ruinas pero con gran encanto.
Territorios con Futuro es una iniciativa consolidada que utiliza el patrimonio como palanca para el desarrollo poniendo en valor proyectos e iniciativas de colaboración transfronteriza entre España y Portugal. Este proyecto pretende potenciar entre técnicos especialistas, representantes de empresas, asociaciones, entidades locales y medios de comunicación sus capacidades para afrontar la recuperación de su patrimonio cultural que permitan el desarrollo del territorio. La iniciativa propone llevar a cabo acciones encaminadas a la mejora de los recursos patrimoniales en una estrategia coordinada y conjunta, que tiene como objetivo la dinamización de los pueblos implicados.
Iniciativa de AEICE
El recorrido y el foro es una iniciativa de AEICE, Clúster de Hábitat Eficiente, que nació en 2012 como Agrupación Empresarial Innovadora. Es una agrupación empresarial para el desarrollo de actuaciones que promuevan la competitividad y la transformación de la industria del hábitat y la construcción eficientes, mediante acciones estratégicas basadas en la colaboración y la excelencia empresarial. Cuenta con más de 120 socios, representados por agentes empresariales, profesionales y tecnológicos que engloban toda la cadena de valor del sector, incluyendo una línea de actuación estratégica relacionada con el patrimonio para el desarrollo. Las propuestas para el desarrollo del turismo en las áreas seleccionadas es una de sus grandes líneas de actuación. Colaboran en la iniciativa el Programa Interreg España-Portugal (POCTECP) que aporta cofinanciación, la Fundación Santa María la Real, la Asociación Ibérica de Municipios Ribereños del Duero (AIMRD) y el Instituto Politécnico de Bragança.
Toro, buen comienzo del viaje
El recorrido por estas tierras medio españolas medio portuguesas bien puede comenzar en Toro porque aquí atesoran algunos de los elementos que aparecerán en la ruta: historia, arte, paisaje, gastronomía, vino... y, por supuesto, tiene al Duero como vecino protagonista, que se contempla desde esta «erguida en atalaya», como la describió Unamuno. Hay mucho que ver en Toro, una de las más bellas ciudades medievales, y entre visita y visita vale la pena contemplar algunos de sus decenas de murales que adornan paredes y puertas, inevitable el paseo por su Plaza Mayor, lamentablemente con demasiados locales cerrados, la Plaza de Toros que conserva su estructura en madera de 1828, el Alcázar con sus pétreas murallas, al parecer construidas con argamasa de vino, ya que apenas había agua, que ponen el fondo a una antigua figura de un verraco, un tipo de cerdo parecido a un toro, que puede ser la razón del nombre de la ciudad, la Torre del Reloj, el Espolón, el palacio del Conde Requena y, si se tiene ánimo, algunas de las más de 300 bodegas que hay en Toro y alrededores, entre ellas está Teso La Monja donde se elabora el que se considera el vino más caro de España, a más de 1.000 euros la botella.
Pero hay que reservar tiempo para visitar el principal monumento de la ciudad, la colegiata de Santa María la Mayor a medias entre el románico y el gótico. El exterior es imponente pero su mejor joya es la Portada de la Majestad que se encuentra en el interior, protegida por una capilla, lo que ha permitido que sus elaboradas tallas en piedra policromadas se conserven en perfecto estado desde finales del siglo XIII. Llama la atención el rico muestrario de instrumentos musicales tañidos por los Ancianos del Apocalipsis en torno a una manifestación de la divinidad de Cristo, la Virgen y san Juan. En la sacristía está el museo de Arte Sacro y una curiosa y pequeña tabla “La Virgen de la mosca” de Michel Sittow con cinco bellas figuras y en el se ha pintado con gran realismo una mosca en la rodilla de la Virgen y junto a Santa Catalina de Alejandría cuyo rostro es el de Isabel la Católica que encargó el cuadro.
Muy cerca de Toro está el Museo del Vino Pagos del Rey, uno de los más visitados de Castilla y León, que además de mostrar la historia, la elaboración y los útiles y recipientes que se usan propone iniciativas curiosas como catas maridadas "In Vino Véritas" o Talleres para niños de Pintura con Vino. El la tienda del museo se encuentran vinos de todas las Denominaciones españolas, pero también incluso de Chile y Nueva Zelanda. Y a unos kilómetros, otro museo interesante, el Museo del Queso Chillón, creado y mantenido por la familia Chillón desde 1890, cuya última generación de los hermanos Gustavo y Roberto sigue con entusiasmo la herencia quesera y la veneración por sus padres. La visita muestra los secretos de la leche y de los recipientes que se utilizan y termina con una cata de 8 quesos de los que se come todo, también la corteza que es de queso y no de parafina o cera.
Braganza, etapa final del recorrido
Si Toro es el comienzo, Braganza puede ser el final de este recorrido fronterizo, aunque queda mucho en medio como luego veremos. La proximidad de Braganza a la frontera española ha marcado buena parte de su rica historia. Situada allá donde se unen el Tras-os-Montes portugués con la española Zamora, Braganza -Bragança en la lengua de Camôes- ha sido testigo de interminables luchas entre los dos pueblos vecinos, ha pertenecido durante 60 al reino de España, desde Felipe II hasta Juan II de Bragança, y ha dado nombre a una de las familias con más linaje de Portugal, cuyos condes actuales son los aspirantes al trono de Portugal. Una de sus ilustres ciudadanas, Bárbara de Braganza, fue reina de España al casarse con Fernando VI, fundó el convento de las Salesas en Madrid, donde reposan sus restos, junto a los del rey. Bargança es Portugal, claro, pero la cordialidad de sus gentes, la calurosa acogida al forastero hacen que uno se encuentre como en casa.
Recuerdo de aquellos turbulentos tiempos es su espectacular y bien conservado castillo, que preside la ciudad y el núcleo urbano medieval dentro de sus murallas. No es mal lugar para comenzar el recorrido por esta villa que guarda muchas sorpresas. Nada más entrar en la ciudadela o plaza de armas por la Puerta de la Vila, se descubre la primera de ellas en la picota, que tiene como base un verraco lusitano –similar al que preside el Alcázar de Toro– que recuerda los orígenes celtas de la región.
En la gigantesca Torre del Homenaje, que en la Edad Media vigilaba las fronteras, se obtiene hoy una vista preciosa de la ciudad y del amplio horizonte de montañas que la rodean. En su interior, el Museo Militar cuenta la historia del castillo y buena parte de la de Portugal entre dagas, espadas, rifles y pistolas desde el siglo XIII hasta la Primera Guerra Mundial y piezas de las campañas africanas de Portugal a fines del siglo XIX.
En la ciudadela también se encuentra la Iglesia de Santa María, al lado está la Domus Municipalis, ejemplar de arquitectura civil románica único en Portugal y lugar de reunión de los "hombres buenos" del Consejo. También se conserva un antiguo conjunto de casas medievales de calles estrechas y pequeñas viviendas encaladas de blanco. En una de esta casas se encuentra el original y un poco abigarrado Museo Ibérico de Máscara e Do Traje, que alberga una fascinante y colorida colección de máscaras y atuendos que se utilizaban para celebrar los antiguos festejos de origen pagano del solsticio y el Carnaval y otros festivales de la región, que incluye también a localidades zamoranas.
Fuera de las murallas, la ciudad creció hacia el oeste, conservando casas nobles y monumentos religiosos. Recorriendo sus tranquilas calles salen al paso bellas casas solariegas, palacetes, blasones que adornan regias fachadas, paneles de azulejos, fuentes, casas en arco, cruceros y, una vez más, pequeñas y grandes iglesias y conventos. Pero lo que más sorprende en esta relativamente pequeña ciudad es la cantidad y calidad de sus museos. Entre ellos, además del mencionado Museo Militar y el de Máscaras en el castillo, destaca el Museo Abade de Baçal, magníficamente instalado en el antiguo palacio episcopal, que cuenta con una valiosa colección que da a conocer la historia religiosa, social, política, económica y artística del Nordeste Transmontano y la memoria del antiguo Palacio Episcopal.
Y si tanta visita provoca el apetito, no hay que preocuparse, se está en el lugar ideal. La gastronomía de Braganza destaca por la calidad de sus productos, con sabores y aromas que parecen exhalar de los paisajes de donde provienen. Además de miel, setas y castañas, que son sus productos más apreciados, la suculenta ternera mirandesa –ganado que pasta en las verdes praderas– no necesita más que una pizca de sal y brasas en el punto correcto para ser servida. Como las chuletas de cordero y el cabrito de Montesinho, de rebaños alimentados con hierbas de los montes. Los platos de caza se confeccionan en los tradicionales potes, calentados en fuego siempre encendido, de donde salen aromáticos estriados y opulentos arroces que traen a la memoria antiguos paladares. Sin olvidares de la popular Feijoada à transmontana con numerosos ingredientes. En la mesa transmontana nunca faltan los embutidos, elaborados con conocimientos ancestrales. A la chimenea se curan añoradas, chorizas, salpicones, jamones, chorizos de miel, y también el típico butelo (que recuerda el botillo leonés) que, acompañado por las casulas (cáscaras de frijol secas), es protagonista del festival gastronómico realizado en la ciudad a mediados de febrero.
Mucho que ver en el camino
El viaje entre las dos principales ciudades de este recorrido ofrece mucho que ver y disfrutar, y también algunos ejemplos que parecen copiados a ambos lados de la frontera. Por ejemplo, en Sanzoles, en plena Tierra del Vino de Toro, se celebra el Zangarrón, una especie de diablillo que recorre las calles el día de Navidad y el siguiente con su vestido de mantas (zamoranas, claro), pellejos, cencerros y una horrible máscara persiguiendo a los vecinos y propinándoles vergazos si se descuidan. En el lado portugués, en Podence, hay un personaje muy parecido, también adornado con cencerros y máscaras, que persigue a las mujeres en los últimos días de Carnaval. También tiene un museo, aunque el mejor museo es el propio pueblo, saturado de murales con su multicolor figura.
Lagunas de Villfáfila en Zamora by Carlos Pascual Fernández
Otro ejemplo, este relacionado con la naturaleza y la conservación es la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila, en plena Tierra de Campos, un espacio que acoge en sus tres lagunas artificiales, cientos de aves, unas fijas que incluso anidan aquí y otras visitantes que hacen escala en sus vuelos de norte a sur. Garzas reales, grullas, ánsares, silbón, cigüeñas, cernícalos, avutardas, codornices, aguiluchos... alternan en las diferentes épocas del año. Al otro lado, en Vimioso, muy cerca de la frontera está el Parque Ibérico de Naturaleza e Aventura, una original instalación muy didáctica en la que llaman la atención una veintena de burros de Miranda, robustos, con denso pelaje y muy dóciles, una raza que estaba a punto de extinción y que ahora hace las delicias de los visitantes.
Muy cerca, también en Vimioso, se encuentra el castelo de Algoso, una fortaleza en un lugar vertiginoso e inaccesible, construido por la Orden de los Hospitalarios, que se resistió al acoso de las tropas españolas en las frecuentes guerras de frontera que abundaron en la zona, especialmente en la Guerra de los Siete Años. Ha sido bien rehabilitado y está muy bien conservado. A eso aspira, aunque hay tarea para años, el monasterio cisterciense de Santa María de Moreruela, a pocos kilómetros de Granja de Moreruela, no muy lejos de Zamora, que se comenzó a construir en el siglo XII y tuvo su máximo explendor en el XVIII. Chueca Goitia la definió como “La obra más grande de nuestra arquitectura medieval”. Hay muchas partes aún en ruinas pero otras ya comienzan a recuperar su belleza original. En todo caso, pasear entre sus muros es una experiencia que no se olvida.
Comer y dormir
El recorrido por estas tierras que une España y Portugal, Zamora y Trás-os-Montes requiere un tiempo de relajo y de disfrutar la gastronomía de la zona. Para el relajo, una buena idea es dar un paseo por el embalse de la Albufeira do Azibo, junto a Podence, en barco propulsado por energía solar, no contaminante y absolutamente silencioso. La empresa Sun Azibo Cruzeiros, tienen diversas propuestas, algunas de ellas acompañadas de un delicioso aperitivo a bordo.
También para el relajo y el descanso son algunos de los alojamientos que se encuentran en el camino. Como la casa rural Marialba, que forma parte de una explotación agrícola situada en la Vega de Toro, muy próxima al río Duero, con más de dos hectáreas de jardín con césped, pradera y árboles. Dispone de siete habitaciones dobles con baño individual y amplios ventanales desde donde poder disfrutar del entorno natural que la rodea. También en Moreruela, la casa que lleva el curioso nombre de Donde Víctor Luna, en plena Vía de la Plata y Camino de Santiago, una apuesta decidida y arriesgada de Víctor Luna que cuenta con 8 habitaciones, piscina, barbacoa y merendero, dos amplios salones con chimenea y cocina equipada y donde en ocasiones especiales cuenta con la presencia en los fogones nada menos que con Mikel Zeberio, amigo de la casa, Premio Nacional de Gastronomía y uno de los promotores de Basque Culinary Center. Y en Braganza, una buena propuesta son los apartamentos, bien equipados y a buen precio.
Naturalmente no hay que dejar de lado la gastronomía en esta ruta. Ya al comienzo, en Toro, un buen lugar es La Colegiata, en la calle Mayor, donde sirven, como parece lógico, un excelente rabo de toro con arroz y también rico bacalao, en Braganza, una de las mejores opciones es la Taberna do Javali a los pies del castillo en la zona vieja de la ciudad, cuya especialidad como cabría esperar es el jabalí, aunque también proponen pastel de perdiz, sopa de castañas o el "gato" del monte, que es un arroz con liebre. No hay que perderse el restaurante O Abel donde presumen de ofrecer las mejores carnes de Portugal de la región de Tras-os-Montes, condimentadas especialmente con hierbas aromáticas y asadas a la brasa. Raciones muy generosas.
Propuestas más divertidas e informales son las que a veces propone Bodegas Finca La Polvorosa que dirige la joven enóloga María Alfonso con un aperitivo generoso con surtido de embutidos, quesos y mermeladas que se disfrutan en los propios viñedos, regado naturalmente con sus vinos con uva de tinta Toro, albillo, malvasía y garnacha que le ha permitido conseguir el Premio Nacional de Biodiversidad que concede el Ministerio de Agricultura y ser, además, una de las primeras bodegas con certificación ecológica en Castilla y León. Otra idea divertida en Vimioso, en el mencionado Parque Ibérico de Naturaleza e Aventura es lo que llaman “lançar a manta”, acto que se realizaba al tender la manta a modo de mantel para merendar en el suelo durante las tareas agrícolas. En el Parque hay disponibilidad de estos sitios e incluso disponen de contacto con una empresa de catering a la que se le puede encargar una ‘manta’ y el menú que se desee para que al llegar todo esté preparado.