Obstáculos de la educación ciudadana en el Perú

El Perú atraviesa una etapa compleja en su historia política.

 Años de inestabilidad institucional, escándalos de corrupción y una creciente polarización han deteriorado profundamente la relación entre el Estado y la ciudadanía. En este contexto, la docencia política emerge como una herramienta esencial para reconstruir el tejido democrático desde sus cimientos.

Formar ciudadanos no significa únicamente transmitir conocimientos legales o institucionales. Implica también desarrollar juicio crítico, sensibilidad ética y respeto por la diversidad. No se trata de enseñar qué pensar, sino de enseñar a pensar con responsabilidad frente a lo colectivo.

Esta formación no se limita al aula. Puede y debe desarrollarse en espacios comunitarios, medios de comunicación, redes sociales y, sobre todo, a través del ejemplo cotidiano de quienes actúan con integridad, tanto en la vida pública como privada. Toda persona comprometida con el bien común —un docente, un vecino, un servidor público o un periodista honesto— puede ser agente de docencia política.

En el sistema educativo, es urgente vincular los contenidos cívicos con la vida concreta de los estudiantes. Analizar el funcionamiento del municipio, debatir sobre los servicios públicos o revisar cómo se utiliza el presupuesto local son ejercicios que permiten entender la política como parte de la vida diaria y no como un concepto abstracto o lejano.

En zonas donde el Estado tiene escasa presencia, las redes comunitarias ocupan un rol clave. Conversatorios vecinales, ferias ciudadanas o actividades en centros culturales pueden convertirse en poderosos espacios de formación política. Ejemplos como las escuelas comunitarias en Cusco o los talleres ciudadanos en Loreto muestran que, con voluntad, se puede educar políticamente sin grandes recursos.

Frente a la ola de desinformación que circula en redes sociales y medios, es indispensable una comunicación política clara, accesible y basada en evidencia.

Docentes, periodistas y líderes sociales pueden traducir temas complejos en mensajes comprensibles, ayudando a combatir la confusión y el desencanto que debilitan la democracia.

Además, los actos cotidianos también enseñan. Un funcionario transparente, un dirigente que rinde cuentas o un ciudadano que reclama con respeto educan políticamente con sus acciones. La coherencia entre discurso y práctica transmite valores democráticos con más fuerza que cualquier manual.

Otro aspecto clave es ofrecer canales reales de participación. Muchas veces se habla de involucrar a la ciudadanía, pero no se habilitan espacios efectivos. Cabildos abiertos, presupuestos participativos o consejos juveniles no son solo mecanismos de gestión: son auténticas escuelas de ciudadanía.

Uno de los mayores desafíos es la baja prioridad que se da a la educación ciudadana en las políticas públicas. El sistema educativo tiende a enfocarse en lo técnico, descuidando la formación cívica y dejando a los ciudadanos sin herramientas para enfrentar abusos de poder. Además, el enfoque urbano y centralista suele ignorar la realidad andina o amazónica, donde se requiere una educación política con enfoque intercultural y lingüísticamente adecuado.

Al mismo tiempo, es crucial evitar que la formación política se convierta en propaganda. Promover autonomía y pensamiento crítico, no imponer ideologías, es el camino correcto. Esto exige ética, neutralidad y apertura al debate plural.

A pesar de los retos, hay motivos para la esperanza. Surgen nuevos liderazgos juveniles, movimientos ciudadanos más conscientes y un renovado interés por lo público. La docencia política desde el aula, la calle o el hogar es una apuesta necesaria para construir ciudadanía y fortalecer la democracia en el Perú.

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