A solo unos pocos metros del mar, entre las dunas de Hoek van Holland (Holanda) se esconden cientos de búnker que han sido restaurados para convertirlos en alojamientos para el verano.
Entre dunas de las playas de Holanda a escasos pasos del mar, se pueden encontrar varios búnkeres que en su momento sirvieron de refugio en la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy, y debido a la alta demanda turística en la zona, se encuentran, al igual que el ecosistema que los rodea, en peligro.
Como forma de asegurar su permanencia y poder compartir su curiosa historia, La empresa Cocondo, sin ánimo de lucro, ha apostado por convertir estos búnkeres en alojamientos. Cada uno tendrá una renovación única y de acuerdo con sus características y sobre todo las del ecosistema que los acompaña. Por esto, para las reconstrucciones se utilizarán materiales naturales y provenientes de economía circular que son tratados por diseñadores y arquitectos del lugar.
Los beneficios obtenidos por cada noche de alojamiento de los huéspedes se invertirán en la preservación y desarrollo de la naturaleza y del patrimonio local.
Es claro que es una idea novedosa, sin embargo no lo es del todo, ya que durante la era de la reconstrucción, luego de la Segunda Guerra Mundial, los mismos búnkeres ya tuvieron un proceso de reconstrucción a cargo de los habitantes de la ciudad en lugares destinados para la vivienda y el trabajo. Fue la respuesta natural de los sobrevivientes a causa de la falta de viviendas que sufría la zona, devastada por la guerra.
A esto también se animaba la arquitectura de los edificios, que está muy lejos de la que podríamos asociar con un búnker, y que suele terminar en paredes de hormigón y mucha oscuridad. Así pues, los de la costa de Hoek van Hollan se realizan en ladrillo y tienen techos altos y ventanas por donde entra mucha luz natural. La razón de esto es que durante la segunda guerra mundial sirvieron como casas pero también como baños cantinas y teatros.
Pero con el paso de los años, los búnkeres fueron abandonados y vandalizados, mientras que sobre las dunas se iban construyendo cada vez más alojamientos vacacionales, que amenazaban la estabilidad del área natural. Con el fin de evitarlo y aceptar la idea de rehabilitar las antiguas construcciones y asegurar que podía funcionar, una ONG reformó un búnker telefónico y lo convirtió en una casa de verano para cuatro personas. Al ser una idea exitosa, se ha continuado con la rehabilitación de varios de estos espacios que se espera comiencen a prestar su servicio al público a partir del mes de agosto.