Iglesia de San Miguel de Segovia

Una de las ciudades históricas más importantes de España, cuenta con una privilegiada ubicación geográfica y estratégica. Una ciudad pequeña, pero tan rica  en  atractivos

En el centro de la Península Ibérica, al norte de la Sierra de Guadarrama, en la confluencia de los Ríos Eresma, Cigüeñuela y Clamores, determinó su condición de escenario de acontecimientos trascendentales.

Los yacimientos arqueológicos aparecidos en el entorno del Alcázar acreditan la presencia de asentamientos humanos en la prehistoria, y la existencia de un castro celtibérico. Durante la dominación romana perteneció al Conventus Cluniensis o Convento Jurídico de Clunia. En la época Visigoda fue sede episcopal de la Iglesia Católica dependiente de la Archidiócesis de Toledo.

Con la invasión musulmana, Segovia corrió la misma suerte que el resto de ciudades y territorios del Reino Visigodo de Toledo, con la huida masiva de población cristiana hacia el norte en busca de refugio quedó prácticamente abandonada.

La situación no cambiará hasta que Alfonso VI reconquiste Toledo ordenando la repoblación a su yerno Raimundo de Borgoña en 1088, con gentes cristianas del norte, entonces Segovia vivirá una expansión territorial hacia el sur más allá de la Sierra de Guadarrama. Su posición estratégica en la ruta de la trashumancia la convertirá en centro del comercio de la lana y manufacturas textiles, la pujanza económica se reflejará en la construcción de edificios de valor artístico y la presencia de la Corte de los Trastámara.
Segovia intervino en la Guerra de las Comunidades al lado de Juan Bravo, la derrota no afectó al auge económico de la ciudad que continuó durante todo el siglo XVI.

La decadencia comenzó en el siglo XVIII con la crisis de la industria textil que, Carlos III intentó revitalizar con la Real Compañía Segoviana de Manufacturas de Lana. A finales del siglo XIX y primera mitad del XX, se produce un cierto resurgimiento económico acompañado de una recuperación demográfica.

Sin olvidar su pasado, Segovia hoy es una ciudad moderna que mira al futuro con una importante red de infraestructuras de comunicación, la accesibilidad rápida y cómoda tanto en automóvil como en tren, junto a otros factores, atraen el emprendimiento de proyectos empresariales y el turismo. 

Acueducto de SegoviaAcueducto de Segocia 

El Acueducto, la Catedral y el Alcázar, por su universalidad vertebran la visita a la ciudad, ensombreciendo el resto de monumentos civiles y religiosos que, a pesar de su gran valor pasan desapercibidos.

Es difícil la datación del Acueducto, al haberse perdido las letras en bronce que en cada uno de los tres arcos más altos indicaba el nombre del constructor y la fecha de edificación. Se pensó en el siglo I después de Cristo como inicio de las obras, estudios arqueológicos en 2016 hallaron evidencias que fue en el II después de Cristo, cuando el proyecto de creación de tan importante infraestructura comenzó a ser realidad.

Sea como fuere, lo cierto es que al llegar a Segovia es el primer monumento que el viajero encuentra en la Plaza del Azoguejo, antigua del Mercado, punto tradicional de partida de la visita a la ciudad. Es sin duda la imagen que recordaremos siempre y precisamente en el lugar donde el Acueducto muestra todo su esplendor alcanzando su mayor altura, los arcos son dobles y simples completando un total de ciento sesenta y siete. Su función fue recoger el agua en la sierra, transportarla a la ciudad y distribuirla. En la Plaza Mayor, todavía se encuentran los vestigios de uno de los desarenadores que eliminaban las impurezas del agua antes de llegar al sistema de arquetas que abastecía las fuentes, aljibes y depósitos.

Dejamos la animada Plaza del Azoguejo y pasando debajo de los arcos del acueducto enfilamos las calles Cervantes, Juan Bravo y la Plaza Mayor donde se concentra la vida de los segovianos y transitan los visitantes, llegando a la Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos, segundo monumento emblemático de la ciudad.

La Catedral fue construida entre los siglos XVI y XVIII, concretamente de 1525 a 1768, en estilo gótico tardío con rasgos renacentistas, por la belleza y elegancia de su factura es denominada la Dama de la Catedrales.

Existió una catedral románica proyectada por Alfonso VI, su edificación fue parte del proyecto de repoblación como institución fundamental para la organización de la vida de la ciudad junto al Obispado. Situada frente al Alcázar con tres naves, crucero, cabecera y tres ábsides, dedicados a Santa María, Santiago, San Frutos y los Santos Juanes, cripta y campanario. Sufrió daños importantes durante la Guerra de las Comunidades, 1500 a 1522, ante su estado ruinoso el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, instó al Cabildo a la construcción de una nueva en un emplazamiento más alejado de la residencia real, siendo elegida la Plaza Grande, sobre el convento de Santa Clara.

El arquitecto fue Juan Gil de Hontañón colocándose la primera piedra en 1525. De la antigua catedral se trasladó el claustro de Juan de Guas, el coro de madera de nogal con los sitiales de Enrique IV y su esposa Juana de Portugal, varias esculturas y pinturas.
Rodrigo Gil de Hontañón, fue el segundo arquitecto al fallecimiento de su padre, y después lo serían Juan de Mugaguren, Pedro de Brizuela y Francisco de Viadero.

La estructura de la catedral es de tres naves y girola, bóvedas góticas y chapitel de piedra que sustituyó en 1614 al original gótico de madera de caoba americana piramidal destruido por un incendio.

En el interior destacan el retablo del altar mayor, obra de Francisco Sabatini, dedicado a la Virgen de la Paz, con esculturas de santos segovianos. Y en las capillas el Llanto sobre Cristo muerto de Juan de Juni (1571), el Tríptico Flamenco de Ambrosius Benson (h.1532-36); el Árbol de la Vida de Ignacio de Ríes (siglo XVII), el Cristo yacente de Gregorio Fernández (XVII) , el retablo de José de Churriguera, la sillería gótica de la antigua catedral y dos grandes órganos barrocos del siglo XVIII.

En el claustro es visitable la Sala Capitular de García Cubillas, con artesonado labrado en 1559, y colección de tapices flamencos, y en la antesala la custodia de plata sobredorada que procesiona el día del Corpus Christi. A continuación una sala museo con obras de Sánchez Coello, Pedro Berruguete, entre otros, y en el centro la tumba del Infante Don Pedro, hijo de Enrique II de Castilla, que falleció trágicamente el 22 de julio de 1366, según cuenta la leyenda, tras precipitarse al vacío desde una de las ventanas del Alcázar, siendo sus restos trasladados desde la antigua catedral.

De gran belleza son las vidrieras con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, y la vida de la Virgen, envolviendo al visitante en un ambiente divino y sagrado.
Y una curiosidad los cinco mil doscientos cincuenta metros cuadrados del suelo, están cubiertos por losas negras, rojizas y marfil, en algunos lugares a modo de relleno se colocó trozos de esas baldosas, hay una en cierto lugar considerada popularmente por los segovianos como la "piedra más pequeña de la Catedral de Segovia", la costumbre es pisarla y pedir un deseo que según la tradición se cumple.

Y abandonamos la Catedral para encontrarnos con el Alcázar que imponente y majestuoso se erige desde el siglo XII sobre el Valle del Eresma, es uno de los castillos medievales más conocidos y visitados del mundo.

Si el Acueducto es el santo y seña de Segovia el Alcázar no se queda atrás. Palacio y fortaleza de los Reyes de Castilla, su traza refleja el esplendor de la Corte durante el medievo, sus muros son testigos de batallas, intrigas, romances, amoríos, bodas reales, y acontecimientos que marcaron el rumbo de la historia.

El primer documento que se conserva del edificio data del año 1122, poco después de que Alfonso VI reconquistase la ciudad, restaurado y ampliado en diversas ocasiones desde Alfonso X hasta Felipe II, al que se debe su aspecto actual. Su proximidad a las zonas de caza, y la seguridad de su emplazamiento convirtió al Alcázar en residencia preferida de los Reyes de Castilla, viviendo su mayor esplendor con Juan II y Enrique IV. La Casa de Austria solo utilizó el edificio en contadas ocasiones como la Guerra de las Comunidades y la boda de Felipe II y Ana de Austria en 1530. En 1931 fue declarado monumento histórico artístico.

Después de este paseo intenso por nuestra milenaria historia desde Roma hasta nuestros días, y de disfrutar de magnificas y únicas vistas, la visita parece más que completa. No es así, sin saberlo antes de alcanzar la Catedral al cruzar la Plaza Mayor, en la calle Infanta Isabel, hemos dejado atrás la Iglesia de San Miguel Arcángel, una de las joyas que pasa desapercibida al convivir con esos tres grandes y universales que acabamos de describir, un lugar privilegiado de nuestra historia. "La Bella Desconocida".

Interior Iglesia de San Miguel SegoviaIglesia de San Miguel Arcángel. "La Bella Desconocida".

Retrocedemos en el tiempo hasta el 1 de noviembre de 1117 fecha de documentación de la Iglesia de San Miguel de estilo románico, situada en el centro de la Plaza Mayor cerca del emplazamiento actual del templete de música. En su atrio se reunía el Concejo, se impartía Justicia, y el 13 de diciembre de 1474 fue proclamada Reina Isabel I de Castilla.

La Iglesia románica de San Miguel Arcángel se derrumbó el 26 de febrero de 1532, entonces el ayuntamiento adquirió terreno para despejar espacio creando una plaza, la actual, que incluía el lugar que ocupaba el templo, decidiéndose la edificación de una nueva iglesia en uno de los laterales.

La primera piedra se colocó el día 27 de mayo de 1536, se trasladaron sepulcros, capellanías, devociones, retablos, libros parroquiales y el legado de la proclamación de la Reina Isabel la Católica.

Su arquitectura se atribuye a Rodrigo Gil de Hontañón o su entorno, maestro de obras de la Catedral de Segovia que entonces estaba en plena campaña constructiva. El carácter horizontal que predomina en la planta, de una sola nave, la cabecera o testero rectangular y el tratamiento de la luz, la definen como muestra del renacimiento.

Edificada en piedra, con una gran nave gótica de altura considerable, amplio crucero, capillas a los lados, fachada sobre un atrio, torre y portada románica de la primitiva iglesia.

En su interior destaca el retablo mayor, finalizado en 1572 y obra del escultor José Ferreras con pinturas de Pedro de Prádena, la capilla del Cristo de la Sangre, que a su vez contiene la Capilla de Nuestra Señora de la Paz, en la que se encontraba el Tríptico del Descendimiento de Ambrosius Benson, que se puede contemplar en la Catedral, y la Capilla funeraria de Andrés Laguna médico y humanista. La contemplación de casi mil años de historia en la Iglesia de San Miguel nos sobrecogerá.

Y después como corresponde a reponer fuerzas deleitándonos con la magnífica gastronomía segoviana: los judiones de la granja entonarán después del largo e intenso paseo, lechazo y cochinillo asado, chacinería producto de la matanza del cerdo, y de postre como no el delicado ponche segoviano, de cremoso interior y tostada apariencia, también rosquillas segovianas, mantecados de Sepúlveda, bolillos de carnaval, y torta de Valsaín, manjares que se acompañarán de vinos Ribera del Duero, Valtiendas o Rueda. No se puede pedir más, seguro que hasta el más exigente quedará satisfecho y con deseos de repetir la experiencia.

 

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