La fiesta aspira a ser reconocida como de Interés Turístico Internacional
No parece fácil de entender algunos términos felices que la gente ha dado a los momentos principales de varias procesiones y escenificaciones de la Semana Santa de Astorga.
El paso de Cañinas refleja el momento de la Coronación de Cristo; el Balcón de Pilatos recrea la presentación del Ecce Homo para que el pueblo elija entre Cristo o Barrabás; la Borriquilla recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén y los Durmientes hace alusión a la Oración en el Huerto, y a los apóstoles que descansaban en Getsemaní cuando fueron a prender a Jesús. Claro que la más singular de estas definiciones es la de “matar judíos” cuando se trata de tomar un vaso, o dos, de limonada que, por cierto, tiene poco de limón y mucho de vino... y orujo.
Pero así son las cosas, llenas de contrastes, y casi contradicciones, en Astorga, esta ciudad, capital de la Maragatería, que se asoma a Galicia casi al borde de León, que ha visto pasar a las centurias romanas y a las tropas de los suevos, que fue peleada por moros –como Táriq o Almanzor– y cristianos como Alfonso I y Ordoño I, que es cruce fundamental entre el Camino de Santiago y la Vía de la Plata y que parece disfrutar con la mezcla de conceptos antiguos y más nuevos, como la original simbiosis que forman sus dos principales monumentos separados por unas decenas de metros, una catedral mitad gótica, mitad renacentista y barroca con un palacio modernista, una de las pocas obras fuera de Cataluña del genial Antonio Gaudí. Una ciudad que también en la gastronomía muestra sus contrastes, donde se pasa de las populares y suaves mantecadas y bollas y rico chocolate a los sabores rudos de la cecina o el cocido maragato, el único entre los muchos cocidos que hay en España que se come al revés, empezando con la carne y terminando con la sopa. En fin...
Pero volviendo a la Semana Santa de Astorga, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional en 2011 y que aspira a serlo de Interés Internacional, sus cofrades, que son la mitad de los 11.500 habitantes que tiene la ciudad, agrupados en cinco cofradías, alguna desde el siglo XV, dos hermandades y una archicofradía, todas ellas bajo el paraguas de la Junta Profomento de la Semana Santa de Astorga, sus fieles, sus protagonistas y el pueblo que los siguen no podían conformarse con una celebración convencional. Buen ejemplo es que entre el silencio y el fervor, entre los rezos y cánticos, de pronto surjan las risas y los aplausos en la mañana del Viernes Santo cuando un paso al que llaman San Juanín de la carrera, portado por cuatro braceros, algunos descendientes del autor de la talla, cruza, con su capa roja y verde al viento, la bella Plaza Mayor a toda velocidad en busca de la Virgen Dolorosa para anunciarle que ha visto llegar a su hijo Jesús Nazareno camino del Calvario. Una tradición que se viene realizando ininterrumpidamente desde 1674. Las tres bellas figuras, con más de dos siglos de antigüedad, protagonizan poco después el Encuentro, cuando la Madre y el Hijo están frente a frente antes de ser crucificado, una de las estampas más entrañables y populares de la Semana Santa maragata.
Un Cristo articulado y 47 pasos más
También el Viernes Santo, al anochecer, tiene lugar otro de los actos singulares que caracterizan esta Semana Santa. Se trata del estremecedor acto del Desenclavo celebrado a los pies de la Catedral organizado por la Cofradía de la Santa Veracruz y seguido por cientos de personas que observan como el Cristo Yacente, talla de gran valor histórico de Gregorio Español del1613, es descolgado de la Cruz, colocando en los costados sus brazos y bajando lentamente, con el sonar de los tambores y el silencio de todos, e introducido en la urna.
Pero hay muchos otros momentos emotivos en la Semana Santa de Astorga ya que hay más de 15 procesiones, más de 48 pasos entre los que destacan dos tallas que se conservan de las procesiones originales: la imagen del Crucificado de 1560, que desfila el Viernes Santo, y el Cristo Flagelado, también del siglo XVI.
Una semana muy intensa
Los momentos emotivos comienzan un par de días antes de la Semana Santa, el Viernes de Dolores, con un Vía Crucis que realizan Las Damas de La Piedad, una cofradía solo de mujeres, con sus túnicas negras con bocamangas y fajín blancos y capirote negro que acompañan al Cristo Crucificado.
El Domingo de Ramos es muy especial, por la mañana hay una procesión donde participan muchos niños que van vestidos de hebreos y acompañan la salida de “La Borriquila” de la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén que hacen su entrada triunfal en la Plaza Mayor, los braceros de las “Palmas”, llamada así a la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén llevan con alegría el paso de la borriquilla, acompañado de paparrones, como llaman aquí a los capirotes que van de verde y blanco para esa mañana habitualmente soleada del Domingo y que se trasforma en la tarde con la salida de La Dolorosa talla de José de Rozas del 1705, donde la Archicofradía junto a toda una ciudad acompaña a la Virgen con sus siete puñales, la Salve de despedida recuerda que hay que buscar al Cristo atado a la columna de Piedralba, talla del siglo XVII y es que si por algo se caracteriza Astorga y sus Cofradías es por la recuperación de las tradiciones con los pueblos vecinos.
La Procesión del Vía Crucis del Martes Santo, de unión y sentimientos a flor de piel, que organiza la Junta Profomento que preside Raquel Rodríguez Martínez desde 2019, tiene la peculiaridad de que participan las ocho cofradías. Cada cofradía desde su lugar de procedencia y barrio abrirán el paso y los sones para concentrarse en la plaza Mayor a las siete y media de la tarde y poner rumbo a la Catedral donde los sentimientos subirán de intensidad en el ejercicio el Vía Crucis y después cada cofradía vuelve a su parroquia. En uno de los actos más multitudinarios y participativos.
El Miércoles Santo, la Procesión de la Santa Cena, incluye un paso muy reciente que se llama Jesús de La Obediencia que lo llevan unos 25 adolescentes entre 10 y 16 años. Lógicamente este paso tiene unas características adaptadas a sus posibilidades, nada que ver con los más de 2.000 kilos que vienen soportando los brazeros adultos. Es muy motivador e ilusionante para ellos.
El Jueves Santo por la mañana, la cofradía del Cristo de los Afligidos realiza el anuncio a caballo recordando que al día siguiente por la mañana va a tener lugar el Pregón de las Siete Palabras en el atrio de la Catedral. Al caer el día será la Hermandad de los Caballeros del Silencio, de blanco y morado, la que al anochecer y tras realizar el Voto de Silencio, que a puerta cerrada todos los Hermanos prometen guardar silencio durante la procesión del Nazareno, preciosa talla de Francisco Terán del siglo XVIII. Luego los Caballeros salen en penitencia y recogimiento alumbrándose con faroles con el Cristo Yacente articulado, llevada a cabo por la cofradía más antigua de la ciudad, la Hermandad de La Veracruz, al que acompañan las carracas y matracas ensordecedoras y que al llegar a la capilla románica de San Esteban los hermanos clavaran en la cruz en un acto íntimo y privado para regresar bien entrada la madrugada al lugar de partida donde se repartirá la tradicional bolla y un vasito de vino dulce.
A las nueve menos cuarto de la mañana del Viernes Santo sale la Procesión de el Encuentro, la que familiarmente se conoce como la de San Juanín que ya se ha mencionado y es uno de los actos principales en Astorga. Por la noche la Procesión de la Soledad se acompaña de la Salve que cantan las monjas de la caridad.
Sábado de Pasión. Concierto de Semana Santa a cargo de la Banda Municipal de Astorga en el teatro Gullón.
El Domingo de Resurrección todo es alegría, desde la capilla de la Vera Cruz sale hacia la Catedral el Resucitado espectacular talla de Gregorio Español del siglo XVII, allí, después de la misa, tendrá lugar el encuentro con la Virgen del Amor Hermoso. Con el Reparto de los Huevos de Pascua para todos los niños... concluyendo así la Semana de Pasión.
Astorga en Semana Santa ofrece tanto a creyentes como a no creyentes una oportunidad de sumergirse en una celebración llena de devoción, arte y comunidad.