Una semana para recorrer Aranda de Duero y vivirla con los cinco sentidos.
Calles que por el día rezuman ajetreo y un continuo vaivén de transeúntes, cambian a la caída del sol para dar paso a un sobrecogedor y respetuoso silencio. Tan solo se oye el firme e inconfundible redoblar de los tambores, quizá algún murmullo que denota admiración tras el paso de las imágenes que procesionan por Aranda cada Semana Santa.
Una fiesta que para los arandinos es motivo de orgullo, mostrando año tras año el encanto, la belleza y el riguroso respeto a la tradición en una celebración que, por muchos motivos, merece ser declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional.
Devoción, fervor, fe, recogimiento, así como su importante patrimonio y la calidad de su imaginería, pero sobre todo autenticidad. Esos son los atributos de una Semana Santa diferente. En Aranda de Duero, cada año, con la llegada de estas fechas, se respira un ambiente especial. Semanas de preparativos, de puesta a punto, para que hasta el más mínimo detalle esté controlado en unos días en los que tanto locales como visitantes se contagian de un sentimiento vibrante difícil de explicar.
Si hay un momento que define esta fiesta, es sin duda la singular ‘Bajada del Ángel’ el Domingo de Pascua. Uno de los actos más esperados por los fieles y curiosos. En un escenario de excepción, a los pies de la impresionante Iglesia de Santa María aguarda la Virgen con un velo negro, mientras que, sobre su cabeza, una nube, un globo azul y blanco esconde al Ángel encargado de anunciar la buena noticia: ¡Cristo ha resucitado! Un niño o niña de entre 3 y 4 años desciende desde unos 7 metros de altura para despojar a la Virgen de su velo negro ante el estallido de júbilo de una plaza en la que no cabe un alma más.
Pero es la llegada a este momento lo que hace de Aranda de Duero un lugar icónico para vivir la Semana Santa. Ya desde el mismo Viernes de Pasión, la ciudad se engalana, y sus nueve cofradías y hermandades realizan una gran cantidad de actos, conciertos, representaciones y, por supuesto, procesiones. Los Pasos salen a la calle. Las bandas de tambores y cornetas amenizan las comitivas poniendo una nota de solemnidad.
El Domingo de Ramos es el turno de ‘la Borriquilla’. La entrada triunfal de Jesús de Jerusalén, acompañada por las bandas de cornetas y tambores de las hermandades “La Oración de Jesús en el Huerto” y “Jesús Camino del Calvario”.
- El lunes santo las calles se hacen oración para acompañar a Jesús en el Huerto de los Olivos, vínculo especial perceptible por aquellos que lo contemplan desde las aceras.
- ‘El Encuentro’ marca un Martes Santo emocional y altilocuente. ‘Nuestra Señora de los Dolores’ acude a reunirse con los Pasos de ‘La Santa Cena’ y ‘Jesús de la Caída’ en el Arco Isilla.
- La Piedad recorre las calles el Miércoles Santo, precedida del pregón acompañado con el tradicional sonido de la carraca.
Con la llegada de Jueves Santo, el aura que se desprende de las calles nos indica que se acerca la procesión de ‘El Silencio’, en la que ‘Jesús atado a una columna’ y ‘Santísimo Cristo del milagro’ desfilan ante unos devotos admirados por la atmósfera que se crea con el reguero casi incesante de velas, los penitentes, el redoblar de los tambores y el silencio entrecortado por el susurro de los testigos que ven desfilar ante ellos los Pasos y cómo les siguen con la mirada hasta el final de la calle.
La tarde de Viernes Santo cae llevándose consigo la luz del sol muy despacio, es la hora de ‘El Descendimiento’. Sobria y desprovista de pompa innecesaria, da paso a la emocionante procesión del Santo Entierro de Cristo, donde las principales imágenes de las cofradías y hermandades de Aranda de Duero se reúnen en la Plaza de Santa María para rememorar la Pasión de Cristo.
- El Sábado Santo dedicado a María, es la Virgen de la Soledad la que recorre las calles con la esperanza puesta en la Resurrección.
Con el colofón de la Bajada del Ángel se pone punto y final a una semana intensa. El olor de las velas, del incienso, de los miles de flores que engalanan sus imágenes, así como el sonido del esfuerzo abnegado de quienes cargan con devoción los pasos, y los tambores y cornetas que ponen banda sonora a los desfiles procesionales, y el asombro mudo de quienes toman las calles para presenciarlos. El tacto suave de las túnicas de los penitentes, que contrasta con la fría piedra de sus iglesias centenarias. ¿O qué decir del sabor de una dulce torrija, acompañada de un vaso bien frío de limonada de Cuaresma? Eso si antes no se ha sucumbido de gusto al probar un sublime lechazo asado…
Asómate a conocer una tierra fascinante, no sólo por su increíble gastronomía y restauración, legado histórico, cultural y patrimonial, sino también por su Semana Santa, un verdadero hervidero de emociones y sentimientos a flor de piel que cambiará la concepción que los viajeros tenían de Aranda de Duero antes de venir. Definitivamente, toda una Fiesta de Interés Turístico.