No hay nada más tétrico que un pueblo en ruinas, sobre todo, si va acompañado de leyendas o historias que señalan un pasado lleno de misterio.

Sus construcciones derruidas, sus paredes troceadas y siluetas que parecen levantarse como un gigante herido hacen que se perciba como saldos de una guerra librada con resultado fatídico.
En lo profundo de las montañas de la provincia de Tarragona, en Cataluña, España, perteneciente al término municipal de Vilaplana, en la comarca catalana del Baix Camp, yace un misterio que ha intrigado a investigadores, entusiastas de lo paranormal y curiosos por igual. Se trata del pueblo abandonado de La Mussara, un lugar que parece congelado en el tiempo y que ha sido testigo de historias que mezclan la realidad con lo sobrenatural.

Historia y contexto
la Mussara es un pequeño pueblo ubicado en una colina a unos 1.000 metros sobre el nivel del mar, rodeado de una naturaleza exuberante y vistas panorámicas que alcanzan desde Tarragona al Delta del Ebro y según cómo, en días claros, se ve la nieve del Pirineo o Mallorca. Su historia se remonta a épocas romanas, y a lo largo de los siglos ha experimentado una serie de altibajos. Sin embargo, fue en el siglo XX cuando comenzó su lento declive.
Aparece citado por primera vez en una carta de población de 1173 en la que el rey Alfonso I confirma propiedades al arzobispo de Tarragona. La iglesia de La Mussara se nombra por primera vez en un bula de Celestino III de 1194. El templo mantuvo la categoría de parroquia hasta que en 1534 pasó a depender de la de Vilaplana.
La Mussara formó parte del condado de Prades desde su fundación.
La desaparición de la población muchos la vinculan a una sucesión fatídica de acontecimientos, aparentemente exotéricos, pero que difícilmente aguantan una explicación científica.
Sorprende que, aun siendo un pueblo tan diminuto,no existiera ninguna tienda, en cambio contaba con dos tabernas, Cal Cassoles y Ca L’Estudiant que se repartían el conjunto del pueblo y quienes iba a una, no frecuentaba la otra.4 fotos La Musara 2

El pueblo actual
Pueden verse ocho edificios en ruinas. El único que está conservado es la antigua iglesia de San Salvador con un campanario de 1859 y en el que aún se evidencian rastros del primitivo edificio gótico sobre el que se construyó este templo. En su interior se encontraba una imagen del siglo XI de la Virgen del Patrocinio que se conserva en el Museo de Reus.
A los habitantes de este pueblo se les conocía como ranas ya que, al llover, se formaba un pequeño embalse natural que servía para dar de beber a los animales.

El Declive y Abandono
A medida que avanzaba el siglo XX, la vida en La Mussara comenzó a cambiar. Varias circunstancias contribuyeron a su decadencia. La Guerra Civil Española dejó cicatrices en la comunidad, y la falta de recursos económicos y oportunidades llevó a muchos a abandonar el pueblo en busca de una vida mejor en las ciudades cercanas

La despoblación rural, un fenómeno común en muchas partes del mundo, también afectó a  La Mussara. A medida que los jóvenes se mudaban a las ciudades en busca de mejores oportunidades y comodidades modernas, el pueblo empezó a perder habitantes. Finalmente, en la década de 1960, la última familia abandonó el lugar, quedando asi completamente deshabitado. Aunque muchos achacan su despoblación a algún tipo de maldición, no hay razones que lo confirmen. La verdadera razón es que, dedicándose su población a la agricultura y ganadería, parece que la puntilla se la dio un periodo de poca luvia y creciente sequía que terminó hasta con las dos fuentes que más manaban y, por tanto, se resintieron los cultivos, junto con devastación de la filoxera que terminó con las viñas del lugar. La falta de servicios -agua, luz, teléfono, comercios, buen acceso o servicio médico- se sumaron al funeral

El enigma y lo paranormal
Lo que hace que  La Mussara sea especialmente intrigante son, como decíamos, las historias que lo rodean. Se dice que el pueblo está impregnado de una atmósfera inquietante y misteriosa. Algunos visitantes afirman haber experimentado sensaciones extrañas, avistamientos de luces inexplicables y una sensación general de estar siendo observados. Estos relatos han alimentado teorías de lo paranormal, convirtiendo a La Mussara en un destino atractivo para investigadores de lo sobrenatural. En el interior de la iglesia se pueden encontrar -dicen- pinturas de cariz satánico: pentáculos, cruces invertidas, sacrificios animales, o incluso hablan de psicofonías, pero en verdad poco o nada de esto es perceptible hoy en día
Además, las paredes del pueblo están decoradas con pinturas y grafitis enigmáticos, muchos de los cuales parecen estar relacionados con temas esotéricos y ocultos. Esto ha aumentado aún más la sensación de que  La Mussara es un lugar donde convergen lo real y lo sobrenatural.

El atractivo para los exploradores urbanos.
La Mussara no solo ha atraído a entusiastas del misterio, sino también a exploradores urbanos y fotógrafos. La estética decadente y la sensación de haber quedado atrapado en el tiempo hacen de este pueblo un lugar fascinante para capturar imágenes únicas y evocadoras. Y así ha quedado como un pequeño pueblo que yace abandonado en la cima de una montaña, rodeado por un aura de misterio y un pasado enigmático.

IMG 20230830 WA0040 copyVista de la  iglesia  en pié (Foto: Diego Callejón)

El Misterio y la Intriga
Lo que realmente ha alimentado la fascinación por La Mussara es el hecho de que, a pesar de estar oficialmente deshabitada, el pueblo nunca ha sido completamente abandonado. A lo largo de los años, algunas personas han regresado a las casas y han intentado revivir la comunidad. Incluso ha habido intentos de renovar las estructuras y mantener el lugar con vida. Sin embargo, estos esfuerzos nunca han logrado un resurgimiento sostenible.

Turismo y Leyendas
La Mussara también ha capturado la imaginación de artistas, escritores y turistas que buscan la experiencia de lo desconocido. Las casas de piedra derruidas, las calles vacías y los edificios en ruinas crean un paisaje surrealista que ha sido un imán para la fotografía y la exploración urbana.
Además de su atractivo visual, el pueblo también ha dado origen a varias leyendas y cuentos populares. Algunos habitantes locales creen en la existencia de fenómenos paranormales en la zona, lo que agrega una capa adicional de misterio a La Mussara. En el lugar se han producido desapariciones, apariciones, asesinatos... Una de las tantas historias -reales- es la desaparición de Enrique Martínez Ortiz, un joven de 36 años nacido en Alquife, Granada que vivía en Tarragona, regentando un bar. Se le perdió la pista el 16 de octubre del 1991 cuando salió a buscar setas con 3 amigos más. La desaparición se produjo así: ese día los cuatro amigos iniciaron la búsqueda de setas por las inmediaciones del pueblo y, no tardando mucho, los amigos no escucharon ninguna voz de Enrique a pesar de las llamadas insistentes de los amigos. Puestos a buscar, lo único que encontraron fue la cesta de mimbre que llevaba y una seta dentro, pero ningún signo más de su pertenencia. Después de un meticuloso repaso a la zona sin resultado alguno, decidieron dar parte a la guardia civil que inicio una batida por la zona sin éxito alguno. Al día siguiente y en vista una desaparición tan extraña y sin ningún rastro de evidencias, se movilizaron todas las fuerzas vivas de la zona, incluida una unidad especializada de campamento militar de Los Castillejos, pero  todo fue inútil. Al cabo de 6 días bomberos y autoridades dieron por finalizada la búsqueda y cerrado el caso de Enrique Martínez del que hasta el día de hoy no se ha vuelto a tener noticias algunas ni encontrado cualquier vestigio de su desaparición.
Para complicar todavía más las historias, unos meses más tarde, cuentan que uno de los amigos de Enrique, Jorge, acudió alterado a los juzgados de Tarragona porque quería hablar con el juez.
Según él´, ese día, los 3 amigos, llenos de pena, habían vuelto a La Mussara para seguir con la búsqueda, pero bien entrada la noche, escucharon ruidos provenientes de la iglesia y simulaban cascos de caballo. Intrigados, entraron en la iglesia y lo que presenciaron les heló el aliento: eran un grupo figuras vestidas con túnicas negras que procesionaban por la iglesia y que nada más verlos, desaparecieron

La historia de Cercós
Otra historia que también se cuenta es la Isidre Pàmies i Borrás, conocido popularmente como Cercós, general del ejército carlista y nacido en el pueblo vecino de L’Aleixar,
Este general se enfrentaba a los liberales por todo el territorio de las montañas de Prades y en una de esas escaramuzas fue herido de gravedad y terminó muriendo y fue enterrado en el cementerio de La Mussara que queda al lado de la iglesia. Pero los liberales le habían jurado odio eterno y, como no se creían que estuviera muerto, se presentaron en el pueblo y obligaron a los vecinos a que les ayudaran a desenterrarlo para perpetrar con él una venganza. Desenterraron hasta seis cadáveres y no lograron encontrar el de Cercos. El ultimo además correspondía a una anciana que sacaron con caja y todo. Furiosos por el contratiempo y en plena noche, optaron por tirotear el cadáver que estaba apoyado en la pared de la iglesia, éste se cayó y armó un gran estruendo infundiéndoles un temor inmenso y huyendo desparecidos. Lo que no sabían que el sacristán, conociendo la inquina que suponía Cercós para los liberales, había enterrado en secreto al general y lo había colocado precisamente bajo  el  f´éreto de la sexta víctima, la anciana, y con la niebla y la noche no se apercibieron de la séptima tumba.
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El monaguillo justiciero
Esta otra historia es la de un monaguillo que se suicidó en 1954 por tratar de vengar a un hombre del pueblo que había agredido a su mujer y sus dos hijas. Para ello, urdió una treta con la victima convenciendo en la taberna del pueblo que iba a huir de la casa de sus padres, que tenía un dinero escondido en un lugar del pueblo y se lo donaría a él si al cabo de 4 años no había retornado. Caminaron juntos en la noche para mostrarle el lugar, pero en medio del camino, el monaguillo sacó un puñal para clavárselo con tan mala suerte que falló. Rehecha la víctima fue a enunciar el hecho y el chico se dirigió a una torre de alta tensión para arrojarse desde lo alto y  tirarse desde lo  alto, pero una descarga eléctrica  lo electrocutó y murió

La aparición del mismo Dios
Otra historia que se cuenta, tiene que ver con la hija mayor de Ca L´Agostenc. Estos tenían un rebaño y aunque hacia un invierno frio, la hija salió como cada noche a darle un vistazo a las reses y se percató que un lobo había entrado en el corral y se había abalanzado sobre el lomo de una de las ovejas. La chica, lejos de asustarse, se enfrentó al lobo, éste la atacó, pero de pronto, estando ella todavía en el suelo y pensado lo peor, el animal salió despavorido. La joven giró la cabeza y vio a un anciano. Intentó hablar con él, pero éste desapareció. Volvió al pueblo exaltada y contó lo ocurrido, pero nadie había visto a un anciano  por  el  lugar. Los vecinos creyeron que se trataba de la aparición del Señor encarnado en un anciano

El contrabandista Ignès de Vilaplana
Otra última historia se refiere a Ignès de Vilaplana, cuyo nombre real era Jaume Ferrer i Grau y que figura como contrabandista y conspirador liberal. Este dominaba las simas de Le Ferró, unos acantilados de 30 metros de altura y 300 de largo, enclavado en Els Avenc y que le servían de refugio inexpugnable al bandolero. Allí escondía sus mercancías y se cuenta que le dio cobijo incluso al mismísimo General Prim cuando batallaba por Reus, antes de llegar a ministro. Por el entorno hay varias cuevas con producción de estalactitas y estalagmitas que algunos vecinos han aprovechado para adecentar sus casas.

IMG 20230830 WA0046 1Ventana  de una de las  casas  derruidas  y vista  de parte  de la comarca de Baix Camp (Foto: Diego Callejón)

La Villa del Seis, una puerta a otra dimensión
Todas esas y otras historias alimentan teorías de una tercera dimensión o ahonda el misterio. En el caso de Enrique Martínez, después de desaparecer sin dejar rastro, creen que traspasó a una realidad paralela y que habría accedido a La Villa del Seis, un pueblo habitado por los Yinn, unos entes incorpóreos que trajeron los sarracenos en su ocupación y que está nada más traspasar el portal
Al parecer el acceso es sencillo y se logra con tan solo pisar una piedra que hace las veces de puerta y que unos la sitúan en la entrada de la iglesia o bien a la derecha del Refugi de Les Airasses próximo. Sea superstición, leyenda o credulidad la gente lo respeta, de hecho, un amigo mío que me acompañaba y leído en estas lunas, no quiso pisarla aludiendo además que no tenía un día fino.
Verdad o ficción, ahí está el rumor entre los vecinos y es una manera de explicar de por qué algunos desaparecen durante un tiempo o no vuelven como el caso de Enrique. Es la lucha entre la ciencia y la fe -o la brujería que de ésta hay mucha por estos lares-. Niebla, el origen sarraceno del pueblo, las historias reales, aunque probablemente excesivamente noveladas, el paraje natural tan recóndito, el poco acceso que siempre tuvo a la civilización y por fin, el abandono y expertico pueblo actual da pábulo al misterio y confabulación.

la mussara11Foto:Turisme de Catalunya. Vista del Baix Camp desde La Mussara

Un territorio de supervivencia
La orografía ha configurado un ecosistema de difícil aprovechamiento donde solo puede aprovechar un diez por ciento del suelo para cultivo, el resto es bosque o o pedregal que se agrava además por la escasez del agua. Lo retrata bien Josep Iglesias en su libro Les Ciutats del món donde refiriéndose a esta tierra la califica de “dura, áspera, no les ofrece la más pequeña muestra de afecto. Solamente tiene piel y hueso”.
Sus medios de vida tradicionales, además de la agricultura y la ganadería, eran la producción de carbón vegetal que elaboraban en las carboneras, y el hielo que sacaban del pozo una vez lo habían cubierto de la nieva caída en invierno y vendían en los aledaños o en Reus. El poco vino que hacían también se les fue con la plaga de la filoxera. Actualmente sus cultivos más abundantes son la avellana, hortalizas, naranjos y algunas viñas replantadas. Y lo que no le falta es la madera ya que sus montañas están copadas de pinos y encinas. Fue, como muchos otros pueblos de España, un núcleo aislado puesto que su difícil acceso no permitida, salvo a lomo de caballería, llegar hasta él. Aun así, la veintena de casas y unas cuantas masías diseminadas por el entorno perduraron durante siglos. Mantuvieron la iglesia, demasiado grande para tan pocas casas, y hasta una escuela. En 1913 le abrieron una modesta carretera y permitió el intercambio en ambas direcciones, pero antes su economía esencialmente autárquica: comían lo que daba la tierra. Hacia los años sesenta y cinco, se ausentó al ultima familia, Mas Abelló, y ahí se puso el punto final. Sorprende, no obstante ver como un pueblo sin vida y fantasmal conserva en el cementerio que está lindando con la pared de la iglesia y siguen en pie las cruces de los últimos fallecidos con su nombre bien grabados y las flores casi frescas que, supongo depositan en ciertas fechas familiares allegados.

mussara 10La Mussara y su balsa. Fotografía antigua. Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus / Col·lecció Arxiu Històric de l’Agrupació Fotogràfica de Reus /Eduard Borràs Sotorra / Núm. reg. 01785

La niebla de La Mussara
La niebla es un elemento inherente de La Mussara. Se observa al amanecer y al atardecer, cuando el aire húmedo del mar cercano choca con el frío de las alturas y ayuda igualmente la humedad tanto de rio Ebro como el rio Siurana. La niebla es un elemento recurrente que no falta nunca, y que da un tono fantasmagórico a los ocho ruinosos edificios que se conservan en la sierra de La Mussara; es tan espesa que apenas se puede percibir nada a pocos metros. Esa parece ser una de las razones de por qué la gente se pierde o bien desaparece o torna al cabo de unas horas.

El Futuro de La Mussara
Hoy en día, La Mussara es un lugar en gran medida en ruinas, pero su aura misteriosa sigue atrayendo a personas de todas partes. A pesar de los esfuerzos intermitentes para revivir el pueblo, la falta de infraestructura moderna y servicios esenciales ha dificultado su rehabilitación completa.
La Mussara es un recordatorio de cómo la historia y la geografía pueden moldear el destino de un lugar. La tensión entre el pasado y el presente, la vida y la desolación, sigue siendo palpable en sus calles silenciosas y edificios derruidos, dejando a los visitantes y observadores con la sensación de haber presenciado algo fuera de lo común.

En última instancia, el enigma de La Mussara persiste como un recordatorio de la fragilidad de las comunidades rurales y de cómo el paso del tiempo puede transformar un lugar en un crisol de historia, mito y misterio. El pueblo abandonado de La Mussara sigue siendo un testimonio de las complejidades de la vida humana y la naturaleza cambiante de la sociedad.

Sea   como fuere,  la  literatura  sigue a  veces  dando más   rédito  que la  realidad.  Hoy a peso  valen mas las  historias  que circulan   de esta población que el  recinto en  ruinas  en  sí. Sólo por eso, vale  la  pena  visitarlo.

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