A lo lejos se comienza a vislumbrar el destello rojo del Grandhotel Giessbach que contrasta mágicamente con la frondosa naturaleza a su alrededor y con el azul turquesa del lago Brienz a sus pies. En un barco al estilo veneciano, que lleva a sus huéspedes desde Interlaken a este majestuoso hotel, al acercarse a la costa se vislumbra una cascada que da la bienvenida a un mundo de fantasía y a una entrada al pasado.
El hermoso color turquesa del lago invita a disfrutar de sus aguas mansas en un lindo paseo en barco, desde donde se puede apreciar los castillos pintorescos de los pueblos tradicionales e imponentes en las maravillosas montañas suizas.
Giessbach tiene su origen en los altos valles y cuencas de Faulhorn- Sägis y alimenta las cataratas que desembocan en el lago Brienz cerca del embarcadero del hotel. Desde el siglo XIX, se puede encontrar un sendero que conduce hacia y debajo de la cascada.
Giessbach ya era conocido en 1800, en ese momento muchos visitantes llegaban a través del lago hasta las cataratas, estas comenzaron a tener iluminación nocturna desde 1840 y para 1857 se abrió el primer hotel. Este lugar comenzó a florecer cerca de 1870 cuando la adinerada familia Hauser compró el hotel.
Muchos artistas han capturado la asombrosa armonía que se da entre los edificios, parques y paisajes del lugar, plasmando en sus obras el esplendor natural de las cataratas de Giessbach.
Cuando detonó la guerra de 1914, el hotel se convirtió en un punto de encuentro de las personas de la alta sociedad, Emperadores, reyes diplomáticos, entre otros, quienes pasaban sus veranos allí buscando un poco de paz e intercambiando chismes sociales y secretos de estado.
Las cataratas resuenan desde una altura de 400 metros, con catorce caídas escalonadas cerca del castillo. En las noches, el espectáculo natural sobresale con las iluminaciones del lugar. El hotel está rodeado de toda gama de colores en el otoño y la nieve se derrite en la primavera convirtiendo el arroyo en un torrente maravilloso, con sus sonidos arrullando cada momento con una pizca de magia.
Hoy al igual que hace un siglo, esta histórica residencia hotelera, junto a las plateadas y famosas cataratas encima del lago Brienz, es simplemente un mundo aparte. Rodeado de naturaleza y prados alpinos, este castillo como sacado de un cuento de hadas invita a los turistas a deslumbrarse con sus maravillosas e impresionantes vistas de los paisajes del lugar.