Fue bajo el gobierno de Eugenio Montero Ríos cuando se inició la organización administrativa del turismo en España.
El 6 de octubre de 1905 se aprobó la creación de una Comisión nacional encargada de fomentar en nuestro país “las excursiones artísticas y de recreo del público extranjero”.
En la exposición de motivos del decreto fundacional, firmada por Álvaro de Figueroa, ministro de Fomento, se argumentaba que la creciente afición a viajar estaba suponiendo para Suiza o Italia una considerable fuente de ingresos y que, sin embargo, en España, con unas condiciones análogas, en cuanto a topografía, clima y patrimonio artístico, tales incursiones de foráneos no habían logrado la debida importancia. Su culpaba de ello a “incurias y apatías lamentables”, se admitía que el impulso y el desarrollo del turismo correspondía a la iniciativa privada y se reconocía que, si ésta no existía, el Estado debía dar ejemplo. Por lo tanto, con la intención de facilitar la llegada de turistas extranjeros, estudiar las causas que en aquel momento las dificultaban y procurar a nuestros visitantes el mayor número posible de atractivos y comodidades, el ministro solicitaba la creación de una “Comisión nacional permanente, formada por personas de reconocida autoridad y experiencia adquirida en el frecuente viajar por el extranjero”, que, presidida por él mismo, emprendiera y realizara los trabajos que a tal efecto fuesen necesarios.
Parece que este organismo fue muy poco activo. De hecho, apenas se sabe nada de su actuación. Lo único cierto es que seis años más tarde el gobierno de José Canalejas aprobó, por Real Decreto de 19 de junio, la creación, en la Presidencia del Consejo de Ministros, de “una Comisaría Regia encargada de procurar el desarrollo del turismo y la divulgación de la cultura artística popular”. Es decir, este nuevo organismo nació para desarrollar una misión más amplia de la que en su momento se le hubo encomendado a la Comisión. No solo tenía que favorecer y promover la llegada a nuestro país de viajeros extranjeros, sino, además, conservar de manera eficaz el patrimonio artístico español. Lo que se perseguía era, en definitiva, que desde la Comisaría se impulsara un turismo de carácter mayoritariamente cultural, precisamente el predominante por aquel entonces. Para ello, tendría que:
- Proponer “las medidas conducentes a la vulgarización de los conocimientos elementales del arte y al aumento de la cultura artística colectiva” y vigilar la “conservación eficaz y procurar la exhibición adecuada de la España artística, monumental y pintoresca”.
- Promover y sostener “las relaciones internacionales que las necesidades de la época exigían en materias artísticas”, y desarrollar las relaciones “espirituales, sociales y económicas” que enlazaban América con España.
- Facilitar el conocimiento y el estudio de España, procurando la “comodidad de los alojamientos, la seguridad y rapidez de las comunicaciones y el acceso a las bellezas naturales y artísticas”.
Se determinó, además, que el Comisario Regio sería designado libremente por el Gobierno, desempeñaría gratuitamente su cargo y tendría a sus órdenes a ocho funcionarios, dos por cada uno de los ministerios de Estado, Gobernación, Fomento e Instrucción Pública. La persona elegida para presidir la Comisaría Regía del Turismo y de la Cultura Artística Popular fue el vallisoletano Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, marqués de la Vega-Inclán. Aficionado al arte y al patrimonio, contó con un presupuesto escaso e irregular. Durante los primeros dieciocho meses de funcionamiento ni siquiera recibió sustento alguno, teniendo que responder él con su patrimonio a estas carencias. Pero las dificultades económicas que siempre lastraron a la Comisaría, aliviadas en parte gracias al apoyo del monarca, no impidieron que la institución aportara su granito de arena a la hora de promocionar la nación en el exterior y de acrecentar, conservar y difundir nuestro patrimonio cultural.
El 12 de marzo de 1913 se le encargó que realizara un estudio para que España pudiera participar en la Exposición Internacional de Turismo, a celebrar en Londres al año siguiente, y el 17 de abril de 1914 se aprobó un crédito extraordinario de 500.000 pesetas para satisfacer los gastos que ocasionase la presencia de España en dicho evento. Pero éste no llegaría a inaugurarse a consecuencia del inicio de la Primera Guerra Mundial. No obstante, se intentó, al parecer con escaso éxito, promocionar en el Earls Court londinense la imagen de España con la exposición Sunny Spain. Una contrariedad que, afortunadamente, no desanimó a la Comisaría, que siguió trabajando para que España estuviera presente en ferias, exposiciones y certámenes internacionales dedicados al turismo, como las de Nueva York (1922 y 1923) y Filadelfia (1926), entre otras.
Son legados artísticos de la Comisaría, la Casa y Museo del Greco y el acondicionamiento de la Sinagoga del Tránsito (Toledo), la Casa de Cervantes (Valladolid), el Museo Romántico (Madrid), la rehabilitación del Barrio de Santa Cruz (Sevilla) y una enorme labor editorial en la que los interesados pudieron encontrar posibles itinerarios para conocer nuestra geografía, estudios pormenorizados del patrimonio artístico de diversas ciudades monumentales, catálogos de museos y descripciones de las maravillas naturales de, por ejemplo, Yuste, Sierra de Gredos, Sierra Nevada o los Picos de Europa. Un gran ejemplo lo tenemos en la colección El arte en España, ambicioso proyecto que recogía en más de veinte tomos monográficos diferentes aspectos del patrimonio español, centrándose en una ciudad o en un monumento o artista en concreto. Cada volumen incluía un total de cuarenta y ocho imágenes de gran calidad. Por otro lado, fue de la Vega-Inclán el que propuso que el Estado asumiera la creación de una oferta hotelera pública, algo que comenzaría a materializarse en 1926 con el inicio de las obras del Parador Nacional de Gredos, que sería inaugurado dos años más tarde.
Pero toda esta labor no impidió que conforme fue avanzando la década de los años veinte crecieran las críticas a la Comisaría por ser un órgano escasamente dotado, excesivamente personalizado, volcado casi exclusivamente en la vertiente cultural, y, por lo tanto, incapaz de atender eficazmente a todos los aspectos que se relacionan con el turismo. En 1926 José Herrero Anguita publicó el libro Estudio del turismo y proyecto para su desarrollo en España mediante la creación de un Consejo Nacional y constitución de la Compañía Hispano-Americana de Turismo. En él propuso que en el citado Consejo Nacional de Turismo estuvieran representados la Comisaría, las compañías ferroviarias, navieras y aéreas, la industria hotelera, los establecimientos termales, las cámaras de comercio, el Real Automóvil Club, los sindicatos de iniciativa y turismo, la Instrucción Pública, los ministerios de la Gobernación y de Estado, el Banco de Crédito Industrial, las direcciones generales de Obras Públicas, de Bellas Artes, del Instituto Geográfico y Estadístico, y de Aduanas, y el propio gobierno de la nación.
El proyecto recibió múltiples elogios desde distintos sectores de la política, la economía y la sociedad. Buena prueba de ello es que, a medida que se acercaba la inauguración de la Exposición Internacional de Barcelona y de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, previstas para el año 1929, fue calando entre las autoridades primorriveristas la idea de que el desarrollo del turismo precisaba la mejora de la oferta de alojamientos, del sistema de transportes y del servicio de información, el fomento de las actividades artísticas, deportivas, festivas y congresuales, y la creación de un nuevo organismo estatal que dispusiera de los recursos humanos y económicos necesarios para poder atender los variados aspectos relacionados con la industria de los viajes de placer. El resultado de esta inquietud fue la creación, por Real Decreto del 25 de abril de 1928, del Patronato Nacional del Turismo. Este nuevo organismo, relevo de la Comisaría, fue adscrito a la Presidencia del Consejo de Ministros y nació con el objetivo de “asegurar el enlace entre todos los elementos que cooperan a la atracción turística” y de exteriorizar “su acción en todas las variadísimas y complejas manifestaciones que integran la finalidad perseguida”.