Canarias un potente atractivo turístico
“Las autoridades públicas nacionales, regionales y locales, favorecerán e incentivarán, todas las modalidades del desarrollo turístico… las políticas turísticas se organizarán de modo que contribuyan a mejorar el nivel de vida de la población de las regiones visitadas y respondan a sus necesidades.
Se llevarán a cabo con respeto al patrimonio artístico, arqueológico y cultural de los pueblos, que deben proteger y trasmitir a las generaciones futuras.” (Del Código Ético Mundial para el Turismo).
UN PRÓLOGO NECESARIO
Con la insistencia propia que nos produce la ocasión, cuando llevamos muchos años insistiendo en el valor de “las señas de identidad” de los pueblos, vamos a copiar un resumen de lo publicado en “Diario de Avisos”, de Santa Cruz de Tenerife, cuyo origen es lo publicado recientemente en “Viajes National Geographic”.
Nuestra continua insistencia en destacar la importancia del valor que tiene considerar nuestros más íntimos valores, está recogida en toda la historia del desarrollo del turismo mundial, como muy bien hemos sabido destacar desde la propia Organización Mundial del Turismo, durante todos estos años, donde la promoción de esas “señas de identidad“ de los pueblos, ha sido una constante recomendación que incluso se recoge en el Código Ético Mundial para el Turismo.
Fundamental y de extraordinario valor es destacar esta cuestión de forma especial. cuando este inimitable recurso de promoción turística, tiene un señalado valor por ser de identificación única, casos concretos que está de más mencionar, pero que nos obliga a ello la cruel estampa mundial de aquellos personajes que publican su fotografía para promocionar su país antes que las de sus valores turísticos identificados mundialmente.
- Es, algo así, como publicar la fotografía del presidente de Francia, antes que la de “La Torre Eiffel”, al querer promocionar París.
- Presentaremos estos cuatro pueblos canarios, en el orden que los ha colocado “Viajes National Geographic”, entre los 100 pueblos bonitos de España.
BETANCURIA, EN LA ISLA DE FUERTEVENTURA
Rincones ancestrales de la isla de Fuerteventura, en Betancuria, que simbolizan el desarrollo de Canarias, y sus orígenes vinculados a la Península Ibérica – España-Portugal – en la imagen con el remate de la iglesia y el célebre “balcón canario”.
Sobre Betancuria, la revista de viajes asegura que es el pueblo más bello de Fuerteventura. Y que sea el más vacío explica los cambios acaecidos desde que en 1404 Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle establecieron aquí la capital de la tierra que estaban conquistando (actualmente, la capital de Fuerteventura es Puerto del Rosario).
Solo el interior proporcionaba seguridad, pues la costa –la isla cuenta con 325 km de litoral, de los que nada menos que 77 corresponden a playas– era una fuente de peligros. Por ella irrumpían los piratas –África se halla a 100 km– y las incursiones esclavistas”. Asimismo, subraya la preciosidad de “sus calles empedradas, a menudo entre casas de sólidos muros con balcones de pino canario”.
HARÍA, EN LANZAROTE
Haría, en Lanzarote. Shutterstock
Viajes National Geographic asegura que la manera más impresionante de llegar a Haría es desde el sur, a través de la ruta que comienza en Teguise. El camino va ganando altitud gradualmente, hasta que repentinamente se asoma al valle de Malpaso. Antes de iniciar el descenso, atravesando cinco curvas cerradas, es recomendable hacer una parada en el Mirador de los Helechos para contemplar un paisaje idílico que deja una impresión duradera: el Valle de las Mil Palmeras.
Este oasis de palmeras canarias abraza las casas encaladas de Haría y Máguez. Hacia el norte se alza imponente el volcán de La Corona (609 m), con una silueta impecable, cuya cueva de 6 km con forma de túnel fue refugio de piratas en el pasado, y que hoy alberga dos atracciones emblemáticas del norte de la isla: los Jameos del Agua y La Cueva de los Verdes.
La extraordinaria entrada al Museo Cesar Manrique, instalado en la que fuera su vivienda como un homenaje al genial personaje canario de fama mundial.
Situado en la cornisa de El Risco, Haría es un pueblo con una arraigada tradición agrícola y artesanal, como lo demuestra el mercado que se celebra los sábados por la mañana. César Manrique optó por Haría como lugar de residencia cuando la fama y el creciente turismo en la isla alteraron su tranquilidad. La casa donde vivió hasta su fallecimiento es ahora un museo. En sus amplios espacios se pueden admirar su estudio-taller, numerosas obras de arte y, sobre todo, la armoniosa fusión entre la arquitectura vernácula y la innovación respetuosa con el entorno natural.
TEJEDA, EN GRAN CANARIA
Singular importancia tiene para nosotros, este bello pueblo ya que fue uno de nuestros estudios estrella, en el primer master celebrado en Canarias, durante doce años, en convenio de nuestros centros de enseñanzas turísticas, con la Universidad para La Paz, UPAZ, de las Naciones Unidas. ONU, bajo la denominación de “Calidad Turística-Ambiental Sostenible y Promoción de La Paz”
La prestigiosa publicación destaca que la majestuosa caldera de Tejeda tiene un diámetro de aproximadamente 15 km y se originó por el hundimiento del terreno, siendo luego modelada por la erosión para formar profundos barrancos.
Tejeda, en Gran Canaria. Shutterstock
En este telón de crestas erosionadas, destacan dos imponentes monolitos de basalto que desafían la verticalidad y que fueron considerados lugares sagrados por los habitantes de la isla. Nos referimos al Roque Nublo (1813 m) y al Roque Bentayga (1404 m), que se alzan al sur y sudoeste de Tejeda, respectivamente.
Tejeda, pueblo de Canarias, modelo del cultivo de su agricultura, y de su ancestro tradicional en todo su entorno.
Situado a más de mil metros de altitud, Tejeda es un magnífico mirador hacia el paisaje petrificado que fascinó a Unamuno. Además de ofrecer vistas panorámicas impresionantes, el pueblo conserva la arquitectura tradicional canaria y todavía cuenta con viviendas-cueva, como en tiempos anteriores a la conquista. El Museo de las Tradiciones de Tejeda es una visita obligada, ya que rinde homenaje a aquellos que habitaron este lugar a lo largo de los siglos, en una estrecha relación con la naturaleza.
VALLE GRAN REY, ISLA DE LA GOMERA
Valle Gran Rey, en La Gomera. Shutterstock
Los expertos de Viajes National Geographic señalan que en La Gomera no existen carreteras costeras que circunvalen la isla. Para desplazarse de una localidad costera a otra, es necesario ascender por un barranco hacia el interior de la isla y, una vez en las alturas, descender hacia el mar por otro desfiladero entre las montañas. Cada barranco presenta características únicas. El de Valle Gran Rey destaca por sus condiciones excepcionales: es soleado, resguardado del viento y abundante en manantiales de agua.
Valle Gran Rey no está formado por un núcleo urbano propiamente dicho, sino por un paisaje de palmeras y acantilados, salpicado de terrazas con cultivos, caseríos y pequeñas aldeas. Este enclave idílico atrajo hace medio siglo a un turismo de espíritu hippie, que valoraba la singularidad del valle y su aislamiento.
En este vergel donde el desplazamiento implica ascender o descender, la playa del Inglés se convirtió en un punto de encuentro entre la cultura cosmopolita y la rastafari. Su arena negra, el intenso azul del océano y el romper de las olas continúan brindando atardeceres inolvidables. Hoy en día, el turismo rural ha tomado el relevo, atrayendo a viajeros que valoran la alimentación y el estilo de vida ecológicos.
Valle Gran Rey.
UN ÉPILOGO NECESARIO
El mundo del turismo nos ha revolucionado a todos. Son millones las señas de identidad que se han perdido – y se siguen perdiendo – en todo el mundo por la falta de conocimiento del valor de “lo histórico”, y muy buena parte por la avaricia del poder económico.
Una batalla dura, incomprendida para los que nos hemos colocado en la posición de defender todo lo que sea “disfrutar de los recursos – históricos, naturales, etc. – actuales, sin poner en peligro el disfrute de los mismos, para las generaciones futuras”.
Una labor que nos sirve para consuelo ante tanto disparate, y que refrendamos con aquello de “El deber cumplido”. Una alta recompensa que valoramos con la ilusión que marca el reconocimiento que recibimos diariamente por nuestro trabajo – si, es trabajo – cuya dimensión a veces hasta nos asusta cuando pasamos horas analizando y estudiando temas. Situación que solo puede tener una posible explicación: Servir es nuestra ocupación.