A veces los pueblos están llamados a hacer gestas muy superiores a su tamaño, incluso a kilómetros de su plaza mayor. Tal fue el caso de Tremp, la pequeña capital del Pallars Jussà que, a comienzos del siglo XX, se convirtió en epicentro de uno de los mayores proyectos de modernización de España: la construcción de las primeras grandes presas y centrales hidroeléctricas que alimentarían de energía a la Barcelona que despertaba de su letargo decimonónico y se lanzaba de lleno hacia la modernidad.

Barcelona: de ciudad amurallada a metrópoli moderna
La Barcelona de 1900 era un hervidero de cambio. Apenas medio siglo antes había derribado sus murallas medievales, liberando el espacio que haría posible el Plan Cerdà, la retícula del Eixample que hoy define su fisonomía. La ciudad duplicaba su población en pocas décadas, se llenaba de fábricas textiles y metalúrgicas, extendía sus tranvías eléctricos y se iluminaba con luz incandescente. El modernismo de Gaudí y Domènech i Montaner ponía arte a la fiebre constructiva de la burguesía. Pero esta metrópoli en expansión tenía un problema: necesitaba energía.
El transporte en la Barcelona pujante se resolvia con los tranvías. Los primeros tranvías en Barcelona no eran eléctricos, sino de tracción animal. El 27 de junio de 1872, la Compañía de Tranvías de Barcelona a la Estación de Sants inauguró la primera línea, que conectaba el barrio de Sants con el centro de la ciudad. Estos tranvías, tirados por mulas o caballos, transportaban a los ciudadanos a una velocidad moderada y se hicieron muy populares rápidamente. Con el tiempo, surgieron otras empresas que crearon nuevas líneas, expandiendo la red por toda la ciudad y uniendo diferentes distritos. Los vehículos de la época tenían una estética particular y formaban parte del paisaje urbano.
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La llegada de la electricidad a finales del siglo XIX supuso una revolución para el transporte público. La electrificación de los tranvías se inició en 1899 con la compañía Tranvías de Barcelona S.A., que comenzó a sustituir la tracción animal por motores eléctricos. La primera línea electrificada fue la que unía la Plaça de Catalunya con el barrio de Sant Andreu. Pearso jugaría un papel importante en la extensión del tranvía, pero pronto de se dio cuenta que para eso necesitaba mas electricidad y comenzó a buscarla por toda Cataluña.

Pearson: el ingeniero que vio el futuro
En ese contexto apareció Frederic Stark Pearson, ingeniero y empresario estadounidense, un “tecno-empresario” que había electrificado tranvías en Boston, Nueva York y São Paulo. Requerido por el ingeniero catalán Carles Emili Montañés, Pearson vio en Cataluña el escenario perfecto para replicar su modelo: construir un sistema integrado de generación eléctrica y transporte moderno.
En 1911 fundó la Barcelona Traction, Light and Power Company, registrada en Toronto y popularmente conocida como La Canadiense. Su ambición era clara: aprovechar la potencia de los ríos pirenaicos para crear una red hidroeléctrica que impulsara la industrialización de Cataluña. Y fue en el Pallars donde esa visión se materializó.
Tremp y el Pallars: de tierra de emigrantes a motor energético
Hasta entonces, Tremp era un pequeño núcleo rural, con economías de subsistencia y fuertes corrientes migratorias hacia América Barcelona. La llegada de los proyectos de Riegos y Fuerza del Ebro, filial de La Canadiense, lo cambió todo.
En 1911 comenzaron los estudios topográficos y en pocos meses el valle se llenó de ingenieros, obreros y maquinaria. Se construyeron alojamientos, una fábrica de cemento —la mayor de España en su tiempo— y se levantó el embalse de Sant Antoni, el mayor de Europa y cuarto del mundo en aquel momento. Su presa, de 82 metros de altura, fue un prodigio de ingeniería. En 1916 entró en funcionamiento la central de Talarn, con sus cuatro grupos de turbinas Francis de fabricación suiza, capaces de generar 42.000 HP.
De la noche a la mañana, Tremp se transformó: comercio, servicios y población crecieron al calor de la obra. El Pallars, tradicionalmente aislado, se conectó a la economía nacional y se convirtió en fuente de electricidad para Barcelona y en símbolo de una nueva era.
Más que ingeniería: un cambio social
El impacto fue tan profundo que la historia de La Canadiense no se entiende sin su dimensión social. La empresa atrajo miles de trabajadores, muchos especializados, y fue escenario de avances laborales decisivos. En 1919, tras una huelga de 44 días, se consiguió la jornada laboral de ocho horas, una de las primeras en el mundo, lo que marcó un antes y un después en la relación entre capital y trabajo en España.
Un legado todavía por reconocer
Pearson no llegó a ver el fruto de su obra. Murió trágicamente en 1915 en el hundimiento del RMS Lusitania, pero su visión perdura en cada kilovatio que siguió alimentando el crecimiento de Cataluña durante el siglo XX. Hoy, Barcelona le rinde homenaje con la Avenida Pearson en Pedralbes, pero su figura y la de las miles de personas que trabajaron en aquellos proyectos merecen mayor reconocimiento.
El esfuerzo de Tremp y del Pallars no solo detuvo la emigración de sus gentes, sino que fue decisivo para que Cataluña se consolidara como el motor industrial de España. Las aguas del embalse de Sant Antoni siguen siendo un espejo de aquella epopeya colectiva que convirtió un rincón del Pirineo en el corazón energético de una nación que buscaba su modernidad.
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Frederic Stark Pearson: el ingeniero que quiso electrificar el mundo
Si la historia de la modernización de Cataluña y de buena parte de España tuviera un panteón de héroes civiles, en él debería figurar Frederic Stark Pearson (1861-1915). Visionario, ingeniero de prestigio internacional y empresario audaz, Pearson no solo trajo electricidad a Barcelona: trajo un modelo de futuro.
Orígenes y formación de un ingeniero global
Nacido en Lowell, Massachusetts, el 3 de julio de 1861, en plena Guerra de Secesión, Pearson creció en el corazón de la industrialización estadounidense. Se graduó en ingeniería civil en la Tufts University y muy pronto destacó por su capacidad para combinar cálculo técnico con visión empresarial. A los 30 años ya era consultor para proyectos de electrificación en Boston y Nueva York.
No era un ingeniero de despacho: Pearson viajaba, inspeccionaba obras y negociaba directamente con gobiernos y bancos. Esa combinación de ciencia, pragmatismo y audacia lo convertiría en un auténtico “ingeniero global”, décadas antes de que existiera la palabra “globalización”.
De los tranvías americanos a la aventura internacional
En Estados Unidos, Pearson se especializó en tranvías eléctricos, un sector que revolucionaba la movilidad urbana. Participó en proyectos en Nueva York, Dallas, Ciudad de México y São Paulo. Su reputación creció tanto que fue llamado para reorganizar sistemas de transporte y de energía en América Latina y Europa.
Su método era siempre el mismo: crear una empresa privada sólida, atraer capital internacional —especialmente británico y canadiense— y construir infraestructuras integradas. Pearson no solo vendía electricidad: vendía progreso.

Cataluña: un laboratorio perfecto
En 1911, invitado por el ingeniero catalán Carles Emili Montañés, Pearson visitó Cataluña y se quedó impresionado por su potencial hidroeléctrico: ríos caudalosos, un desnivel ideal en el Pirineo y una región industrial en plena expansión, necesitada de energía abundante y barata.
Así nació Barcelona Traction, Light and Power Company Limited, registrada en Toronto para atraer capital canadiense y británico, y que pronto sería conocida como La Canadiense. El plan de Pearson era ambicioso: construir un sistema hidroeléctrico en el Pallars, transportar energía a Barcelona y desarrollar redes de tranvías eléctricos que conectaran la ciudad.
Su equipo diseñó el embalse de Sant Antoni y la central de Talarn, así como una línea de transmisión de alta tensión —pionera en España— que llevaría electricidad hasta las fábricas y el puerto de Barcelona.
Un modelo de desarrollo pionero
Lo que hacía diferente a Pearson era su enfoque integral: veía la electricidad no como un fin, sino como un medio para impulsar industria, transporte y bienestar urbano. En esto se adelantó a su tiempo. Mientras en otras regiones de España la electrificación era fragmentaria y local, Pearson creó un sistema coordinado, muy al estilo de los grandes trusts energéticos norteamericanos.
Su empresa, además de ofrecer empleo estable, formar a técnicos, locales traer bienestar a muchos pueblos y sus habitantes, fue un actor decisivo en la conquista de la jornada de ocho horas. Paradójicamente, aunque Pearson ya había muerto, su legado empresarial fue escenario de uno de los hitos más progresistas de la historia social española. En Tremp no solo dejó un presa, contribuyó en decenas de causas muy ajenas a su actividad hidroeléctrica; valga recordar la recuperación total del órgano de la iglesia y los cientos de kilómetros de canales para el riego de la comarca. Mas 27 pueblos se beneficiaron - y aun hoy siguen gratificados algunos- con luz gratis o bajo coste. Y los municipios siguen ingresando ingentes cantidades de dinero a base de los impuestos que pagan las eléctricas.
Muerte prematura y mito
El 7 de mayo de 1915, Pearson viajaba con su esposa en el RMS Lusitania rumbo a Liverpool, en busca de recursos financieros y aprovechar el viaje para visitar a su hija Natalia, cuando el barco fue torpedeado por un submarino alemán frente a la costa de Irlanda. Ambos perecieron en el naufragio. Tenía solo 53 años. Inglaterra fue el país refugio para Pearson ya que, después de la ruina económica con todos los proyectos de Iberoamerica, montó, con un socio amigo, una empresa financiera que le devolvió recursos económicos sustanciosos para seguir desarrollando empresas.
Su muerte truncó en parte la expansión de La Canadiense, que quedó en manos de sus socios. Sin embargo, su visión había echado raíces. El sistema hidroeléctrico del Pallars siguió creciendo, y décadas después dio origen a FECSA y a buena parte de la red eléctrica moderna de Cataluña.
La memoria de Pearson hoy
Barcelona recuerda su nombre en la Avenida Pearson, en el elegante barrio de Pedralbes, pero fuera de círculos especializados, su figura sigue siendo poco conocida. Si le preguntáramos a un barcelonés donde queda la Avda. Pearson le costaría situarla, pero mas aun, facilitar algún rasgo de este prohombre. No asi en EE.UU, por ejemplo, que en su honor se levantó un pueblo con su nombre y otro a su hija Natalia. Tenia tres obsesiones fijas: la electricidad en todo su recorrido, la movilidad sobre todo los tranvías, no en vano, su padre trabajaba en ellas, y la agricultura con la extensión del regadío. Poco igualmente se ha destacado las canalizaciones que realizó Pearson para extender el regadío a miles de hectáreas. Tremp muy a la zaga de Barcelona y aunque tarde, también ha querido honrar su memoria, una avenida dedicada a su persona y una estatua erguida en el mismo paseo, copia de la levantada en la capital condal y cedida por el ayuntamiento del escultor Josep Viladomat y promovida por el Club Rotary con motivo del centenario de las hidroelectricas (2014). Pearson encarna una etapa en que la ingeniería era también aventura y misión social, en que traer electricidad a un país significaba abrirle la puerta a la modernidad. Tuvieron que pasar cien años para rendirle honores y olvidar las dos espinas mas sangrientas de los payeses: perder sus tierras de cultivo por la inundación de las aguas y comprobar que el riego les quedaba asegurado después del aprovechamiento de la central. Es frecuente que los humanos valoren mas lo poco que pierden que lo mucho que ganan.
Su vida ilustra la conexión entre la Cataluña de principios del siglo XX y las grandes corrientes del capitalismo internacional. Más que un empresario extranjero, fue un puente entre el Pallars y Wall Street, entre los Pirineos y los rascacielos de Nueva York.pearson cronologia

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