Autor: Aniano Gago
Editorial: Gasóleos Caramanzana Rey SL . Medina de Rioseco .Valladolid
Imágenes: Plata Ruíz
Aniano Gago es un periodista curtido en mil batallas. Ha tocado los dos géneros contundentes del periodismo: los audiovisuales y la prensa escrita. En el primero ha ostentado el cargo de director en el canal regional de televisión, además de trabajar dos décadas en TVE, y en el segundo se ha repartido en un sinfín de Medios donde ha dejado sembrados más de dos millares de artículos tocando todos los palos.
El periodista, al final , es un relator de lo que ve u oye y se convierte en el mejor testigo para narrar el hecho acontecido. Pero cuando se va más allá de la noticia y se adentra uno en las tareas de escribidor, se necesitan mimbres que amparen toda la enjundia de un buen contenido. Y para eso, hay que ser leídos. Aniano tiene esas dos fortalezas: domina el verbo y es un lector empedernido. Por eso, cuando se mete a desgranar historias, las adorna como un alfarero las líneas de cada vasija: las marca, las define y las refleja como si hubieran estado ahí siempre. Son tan naturales como el paisaje.
En el trayecto de 430 páginas Aniano hace de cronista, de hecho, así lo avisa en el subtítulo, “crónica sentimental de 40 años” y narra los aconteceres de toda una vida, pero, sobre todo de los últimos siete años. Las grandezas y miseria de la condición humana, básicamente española, pero también de todo el mundo por aquello de que todo está conectado. Hoy el mundo a diferencia de nuestros abuelos que no fueran emigrados, se ha convertido el patio de casa para cualquiera y, quien más quien menos, ha llegado a la otra punta aunque sea en el viaje de bodas. No hay que olvidar que estamos hechos de pequeñas cosas, de vida cotidiana y, por eso, esos detalles influyen poderosamente, para bien o para mal, en nuestras vidas que son al fin y al cabo los que los interesan. Pero Aniano, no solamente narra, extrae y esa es la fuerza del libro; al texto le añade la filosofía, la enseñanza, la exégesis adecuada para que el lector saque alguna conclusión. Extraer es un verbo que da mucho de sí tanto en la prosa en general como en la economía. Se extrae el perfume de las flores, la miel de los panales, el vino de la uva… o los minerales de la cantera. Pues en la literatura es igual: o se aporta algo o, de lo contrario, todo el contenido tiene tanta hojarasca como el mismo papel que los soporta. Aniano trata de huir de la descripción, porque, como afirma, tiene el peligro de caer en la cursilería
La grandeza de este autor es que sabe aderezar el contenido, la esencia, con la dicción. Es castellano viejo, es de campo y tiene el don de hablar con las cosas en un lenguaje interactivo que muchas veces no permite el ajetreo de la ciudad. El campo da para la reflexión; la naturaleza engendra un montón de cosas que, si se saben ver, ayudan mucho. Pues él las pone en valor. Acompañado de su perro Rumbo, todos los días para el caso, se mete en una conversación interna de tú a tú y saca después conclusiones que sabe trasladar a la gente que las siente como propias pero que no había sabio interpretarlas.
Él tiene esa capacidad, innata o aprendida, desmenuza las cosas como si desgranara una margarita y algo simple, sencillo o modesto la eleva a la grandeza.
La segunda palanca es la propiedad del lenguaje. De Castilla, el castellano. Aniano no confundirá una palabra con otra; tiene catalogado el Diccionario de la Real Academia y aplica la justa, la que encierra todo el contenido y no una acepción lejana y excepcional. Es una prosa estética, sonora, cadente y tan suave como el terciopelo, diría que acaricia las palabras y al lector le sabe cómo una música que le entra en el alma como el reuma en los huesos. Ese estadio solo lo pueden lograr los grandes escritores, muchos de ellos, también son en este caso, sus preferidos: Delibes, Pla, Umbral, Vázquez Montalván … que todos anduvieron por las sendas del campo.
Por supuesto también tiene otros predilectos como los clásicos: Platón , Aristóteles, Cicerón …, y los clásicos de la edad Media, especialmente , Cervantes. En su obra anterior, Prosas de pan, todavía se adentra más en la vida rural y, como su título indica, hace honor a ese lento devenir entre los paisanos de la tierra y los nuevos derroteros de la evolución humana que se liberan de viejos avatares y se enfrentan a los nuevos que traen estos tiempos de política, economía, sociedad, rapidez… y consumo
Aniano rescata un sinfín de figuras que pueden olvidarse, pero que, para media España, todavía tienen sentido. “Sembrar a mano”, por ejemplo, es una tarea ya superada porque los tractores han retirado el yugo que humilló durante tantos siglos a los agricultores, pero ese gesto de la mano en bandolera sacando el grano del morral y extendiéndolo por toda la finca es una figura inolvidable y el milagro que hará la trasformación en primavera. O el artefacto de la noria y sus canjilones que, en el recorrido sinfín del burro, lograba elevar el agua del pozo y socorrer la falta de lluvia. La naturaleza enseña mucho y quienes nos la trasladan ya procesada es una dádiva que no tiene precio. Solo, a veces, los que han vivido estos menesteres, se dan cuenta de la bondad del progreso, Veinte siglos - y muchos otros atrás- hemos sobrevivido gracias a la hoz y el arado, un castigo a la vez que resignó al ser humano a aceptar lo que el cielo le propiciaba.
Lo resume muy bien en este párrafo: “La Europa rica alguien tenía que pagarla. Y cuando entramos en el Club, ya sabíamos que el tiempo demostraría que el campo español pagaría la factura a largo plazo. Los hechos lo demuestran. Solo las ayudas, las subvenciones, mantienen, sin fecha fija, el final de un mundo que no tiene capacidad para vivir en un sistema ultraliberal, donde los precios los determina el mercado y las multinacionales, y detrás, las naciones con más poder, como Francia y Alemania. Y, por si fuera poco, nuestras tierras producen una tercera parte de las de Polonia, por ejemplo. Por eso ,el futuro no lo arregla ni San Isidro, por muy buena voluntad que le ponga y por más influencia que tenga en el cielo”
La despoblación es un hecho y no hay medidas que la remedien. Castilla y León, por ejemplo, de las autonomías a esta parte ha perdió el equivalente a Palencia y Zamora juntas. Se utiliza la técnica del cangrejo -dice Aniano- que no es ir para atrás sino la de meterse en el agujero, reforzar la costra y salir a ver si puede luchar. Pero, los políticos siguen ahí, en la madriguera.
Porque es periodista y se mueve en los cenáculos del poder, Aciano disecciona también los acontecimientos y hechos de cada día. Sus cargos en el oficio de periodista le han dejado un elenco de personas con poder de decisión y muestra, entre otras cosas, cómo cambia la condición humana, personajes que dominaban la palestra han quedado defenestrados y viceversa. Esto es como una vuelta ciclista: un corredor puede pasar del maillot amarillo, al farolillo rojo o desaparecer para siempre. Lo que no pasan desapercibidas son sus obras o sus determinaciones que, con sus aciertos o errores, van a dejan en la población calamidades o progreso. Los políticos - y lo altos técnicos- son los nuevos feudales que llevan al mundo a un futuro incierto.
Aniano aplica “criterio” a todo este devenir, es una alerta a navegantes para que cada uno agarre el remo y sea consecuente, pero el criterio en una sociedad con tanto Show televisivo y poca letra, pierde el oremus y desdeña la capacidad de análisis. Espero que a la lenta desaparición de rebaños en el campo no le suceda una trivialización galopante en la nueva sociedad
Un baño en la literatura de este libro, será un refresco de alivio en una temperatura de agosto. Eliot de Tábara