El tenista que ha pasado el coronavirus y fue invitado a jugar el Open de Australia, lo retuvieron en el aeropuerto y, finalmente, no lo dejaron entrar por no tener administrada la vacuna.
No entro en enjuiciar vacunas si, vacunas no, ni en polemizar entre detractores ni en defensores de las vacunas, porque este debate viene planteándose desde el principio de la pandemia y de momento, no tiene solución. Lo uncio cierto es que se ha emprendido una batalla contra los no vacunado ¿por qué? Y a esa pregunta le siguen un sinfín de respuestas, pero, a la hora de la verdad ninguna fundamentada. ¿Contagian a los otros? ¿A quién? ¿a los vacunados? Pero, ¿para que se les inyectó la vacuna? ¿A los no vacunados? Pero si es un porcentaje reducido de la población. ¿Y si han pasado el Covid y ya se han inmunizado, para que se deben vacunar?
Me quiero referir solamente al caso Djokovic que fue invitado a jugar el Open de Australia y después de retenlo una noche en el aeropuerto, finalmente no lo dejaron entrar y tuvo que largarse.
Este tenista muestra siempre que ya pasó el Covid y que puede acompañar e incluso practicar, si lo requieren, una PCR, pero, aun así y movilizando un ejército de intermediarios, no le dejaron entrar en Australia para jugar el torneo. Supongo que este jugador habrá puesto a este país en la lista roja para no volver ni a por agua.
Djokovic, el último rebelde
Djokovic no es un ciudadano común, es un referente deportista y, por tanto, con una capacidad grande de influir. Un ciudadano de a pie no había salido en los medios como ha salido él en estos días de Reyes; al ciudadano de a pie se le aplasta sin más, queda en el silencio y pasa desapercibido como una mosca que vuela por la terminal. Pero Djokovic ha puesto de manifiesto algo que no podría hacerlo en ciudadano común: se ha rebelado contra el sistema esgrimiendo unos argumentos que tampoco pueden contrarrestar los dirigentes políticos que son los que han gestionado la pandemia.
Todo el mundo tiene formado un criterio de la gestión de este virus donde, por un lado, no solo se ha mostrado la ignorancia y desconocimiento del mismo, sino el atrevimiento a pregonar asertos absurdos y contradictorios, la mayoría de ellos persisten aun hoy día después de casi dos años de calvario.
Primero, los políticos, acostumbrados a trabajar y prever poco, minusvaloraban el alcance del bicho. Aquello pasaba en China, pero aquí no había que preocuparse. Después –decían- que las concentraciones no suponían un peligro; más tarde, que las mascarillas -claro como no había suficiente oferta- no eran necesarias, confinamiento sin salir de casa durante meses, medidas preventivas de distancia, lavado de manos, restricciones en espacios públicos…, y superados todos esos altibajos, todo se fio a la vacuna; ésta iba a ser el remedio final, un medicamento que no ha tenido un periodo de experimentación y ha sido inoculado directamente a los seres humanos confiando en que erradicará el contagio y no tendrá efectos secundarios. La euforia nos llevó -incluso a la clase científica- a que tenía inmunización del 90 por ciento; tres meses después se rebajaba esa cifra al 70 por ciento; en poco mas de tres meses mas, al 50 y ,visto que los hechos contradecían los argumentos, tres meses después y – se decía- a no inmunizaba, pero reduce la transmisión; mas tarde, no reduce la trasmisión, pero evita las consecuencias graves; visto que eso no se cumplía, el mensaje era “no reduce las consecuencias graves, pero no se va a la UCI; vistos los ingresos, se cambio el mensaje “no impide ir a la Uci, pero evita que te mueras”… Igualmente, al principio se esperaba la vacuna porque ésta era la salvación; bastaba una dosis, después una segunda de refuerzo; hoy casi todo el mundo ya tiene la tercera y tenemos más contagios que al principio de la pandemia. Ni autopsias, ni recuentos, ni datos fidedignos, ni explicaciones, ni comité de expertos, ni gastos y partidas empleados, ERES, insumos más caros -en el caso de España- que cualquier otro país…
Tus derechos por permisos
Nada ha sido lógico ni tenía sentido; medidas improvisadas y restricciones de calado sobre la población y el individuo. Todo se ha gobernado desde un Decreto que trataba de substanciarse en un estado de excepción. Durante este periodo se han ido conculcando un elenco de derechos sin que el ciudadano se percate. El primero, la libertad de expresión y opinión. Ambas son diferentes y de diferente alcance, pero ambas vulneradas, a veces de manera sibilina y, a veces, a lo bárbaro. Todos hemos visto cómo se restringía el envio de Whatsapp por contener mensajes críticos (¿) ¿Quién se ha erigido en velador y censor de contenidos vulnerando el derecho más elemental a la opinión y a la información? DE pronto el ciudadano se ha convertido en un ser tutelado y orientado según la ideología reinante. Se han cerrado cuentas en las redes, internet, webs, etc. ¿por qué? ¿A quién ofenden?
Siendo la información un mecanismo para controlar las mentes y crear opinión, todos saben cómo se han regado los Medios de subvenciones para que moderen sus contenidos y obedezcan las indicaciones del pagador. El pensamiento único y uniforme que actúa como el agua caliente en la rana: va subiendo la temperatura poco a poco hasta que termina ahogada. Se han laminado fuentes de información para que nadie las utilice ortodoxamente y compare hechos y etapas con su matices y diferencias, por ejemplo, estadísticas, encuestas, estudios e informes que hacían Organismos Públicos y que se han invernado hasta no se sabe cuando.
El miedo, la incertidumbre, la debilidad, la desinformación hacen que la ciudadanía entre en Shok. y no reaccione incluso ante las adversidades más atroces como subida de un 300 x 100 de la factura de la luz, o del gas, gasolina, materias primas o la cesta de la compra, todo eso que es su día a día y es lo que va a restar de su salario neto que no ha crecido al mismo ritmo que los incrementos de precios.
A todo eso, se realiza una política de afiliación que crea súbditos y se amansan con “vales” como son los bonos al alquiler para los jóvenes, pagas de renta mínima, servicios bonificados… que se disfrazan de ayudas sociales cuando en realidad son agravios comparativos y esconden otras carencias de `políticas activas que erradicarían el problema como son la construcción de vivienda social, menos trabas a la contratación, menos impuestos en origen… ¿para que subvencionar el petróleo de los agricultores si les subes todos los impuestos? Una complejidad administrativa que ralentiza el sistema económico y crea agravios.
Todo eso hace que el ciudadano medio, inmerso en su quehacer diario, `pierda su sentido analítico y pedalee sin saber dónde va con tal de no caerse de la bicicleta. Pero lo que antes era un hábitat natural de democracia donde imperaban los derechos se vuelve en una excepción donde éstos se cambian por permisos.
“Mi hijo ha estado en cautiverio una noche, pero nunca ha sido más libre”
Djokovic se ha erigido en un soldado solitario en defender su derecho. Ha antepuesto su convicción de ser una persona sana y someterse a las pruebas pertinentes sin necesidad de meterse una inyección que, de momento, no ha demostrada que sea eficaz. Ha tratado de sustentarse en los argumentos científicos más que en los políticos. Un control de fronteras que al pasaporte diplomático se añade el pasaporte de vacunas con sus correspondientes datos `personales que van a engrosar el acervo del sistema global. Si él hubiera llegado en una barcaza con 500 emigrantes más, no le hubieran solicitado ningún documento ni comprobación vacunacional. Por eso, no se trata tanto de tener o no tener el virus sino estar en contra del sistema que ordena la vacuna y, si no la tienes, quedarás excluido de ser un ciudadano libre. Veremos a ver hasta dónde llega su resistencia y si termina por doblegarse ante el sistema, pero hay que darle el voto de la lealtad y gendarme de la misma que es un bien para todos, antes de sucumbir al zapato del poder. Las palabras de su padre ante este episodio son muy elocuentes: “Mi hijo ha estado en cautiverio una noche, pero nunca ha sido más libre”